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2287 31 Enero 2017

 

 

La marcha de las mujeres
Daniel Salazar M.

 

Monterrey.- En Estados Unidos, el rojo carmín republicano –telón de fondo en la envestidura presidencial de Donald Trump– fue desplazado por una marea rosa de mujeres enardecidas. El pasado 21 de enero, cientos de miles exigieron en las calles de ese país que, como presidente de todos ellos, respetara a las mujeres, minorías, migrantes y demás amenazados por su gobierno (refugiados, musulmanes, comunidad afroamericana...).

La multitud inesperada, rebasó cualquier expectativa en número y diversidad en la protesta abierta contra Trump. Se le vio en Washington –capital del imperio y epicentro del sismo–; y también en Nueva York, Chicago, Boston, Los Ángeles, Atlanta, con réplicas en Berlín, Londres, Sidney, Ciudad de México, etcétera. Silvia Ayuso, que calcula más de dos millones de manifestantes, comenta que todo empezó con la iniciativa de una mujer que, consternada por la victoria de Trump, preguntó a varias de sus amigas en Facebook si se animarían a ir a Washington al día siguiente de que tomara protesta, asunto que terminó, como sabemos, en un fenómeno nacional-internacional. La nueva administración Trump, que simboliza para el mundo un rudo giro de derecha intolerante, ha recibido, a tan solo un día de iniciada la administración, la primera metralla de rechazo a su gobierno.

Muy cierto es que las mujeres no olvidan. En un indignante video de hace una década, Trump dice poder “hacer con las mujeres lo que quiera, incluso agarrarlas por el coño sin su consentimiento”. Y bueno, la respuesta a eso y a sus más recientes agravios, fue que millones de “pussy hats” salieran a pintar de rosa las calles de “América”, denunciando su misoginia. Convertida ya en evento histórico, la Marcha de las Mujeres reivindicó así –con “vanidad universal”– su feminismo; lo multiplicó por miles en carteles y mensajes y pudo recuperar para el mundo, todo su contenido y dignidad de género… Qué lejos queda aquello en que la simple palabra provocara miedo y rechazo.

Mientras organizaba estas ideas, recordé con orgullo a las camaradas mujeres del PRT mexicano y de la IV Internacional que, gracias a su ejemplo –y a su abnegado y paciente trabajo durante décadas, junto a muchas otras mujeres– podemos hoy apreciar los frutos de esa labor en la conciencia humana. Por lo sucedido en las marchas y la trayectoria de sus antecedentes, ellas, las mujeres, nos han dejado en claro, que el feminismo no es la moda de unas cuantas... que “el feminismo es una rebelión”.

Por eso, qué mejor que una de las ahí presentes –la historiadora y militante feminista Penelope Duggan– nos comparta sus impresiones: 

1.- Millones de personas en diferentes países y en los siete continentes, se manifestaron el mismo día y por las mismas razones, como un gesto de solidaridad internacional, pero también con la claridad de cómo las mismas dinámicas políticas están en juego internacionalmente.

2.- Las Marchas fueron iniciadas y dirigidas por y con la movilización mayoritaria de mujeres. El detonante fue la elección de Trump como presidente y la reacción frente al anuncio de los probables ataques a los derechos de las mujeres en ese país bajo su administración. La respuesta local e internacional, subraya el hecho de que los derechos de las mujeres –a elegir, al trabajo, a vivir sus vidas como quieran– nunca están definitivamente ganados.

3.- En los Estados Unidos, la movilización tuvo un carácter verdaderamente masivo, según la lista de movilizaciones registradas. Aun las protestas de algunas decenas, de personas en lo individual, están registradas, mostrando cómo la extensión del deseo de levantarse y de ser parte del recuento contra Trump y sus políticas, caló hondo.

4.- Por supuesto que una movilización así de espontánea fue extremadamente heterogénea, atrayendo a feministas radicales, demócratas  y seguidoras de Hilary Clinton, activistas de los derechos de los negros, fuerzas de la izquierda radical anticapitalistas… Debido a esto, algunos comentaristas de izquierda tienden a subestimar el significado de estas movilizaciones, argumentando que fueron dominadas por las fuerzas burguesas, blancas, liberales, pro-Demócratas... El que esas fuerzas estuvieran presentes y que pudieran haber tomado la iniciativa, es innegable pero, todos los informes alrededor del mundo destacan el hecho de que muchos –muchos– de los manifestantes, fueron jóvenes, espontáneos y nuevos en las movilizaciones. ¿Habría peor táctica para la izquierda anticapitalista, feminista y diversa que dejar a esas personas dialogando solo con las feministas institucionales, liberales y del sistema?

Susan Pashkoff nos dice: “…necesitamos estar ahí, empujando los límites más hacia la izquierda, para apoyar las demandas de las mujeres de la clase trabajadora, de las mujeres de color, de camaradas LGBTQ y de las mujeres discapacitadas. Necesitamos asegurarnos que este potente movimiento no sea aprovechado por aquellos que pudieran subvertir sus objetivos para imponer las necesidades de los partidos políticos tradicionales y del movimiento feminista liberal”.

5.- Por supuesto, un posible y quizá probable escenario, es que el Partido Demócrata en EU y sus similares terminen domando, cooptando y eventualmente matando su potencial. Pero la decisión relevante que tenemos que hacer es si queremos de una vez entonar el panegírico funerario de una movilización que pudo haber sido, o si queremos ser consecuentes con nuestro deseo de cambiar este mundo y tener un análisis político serio, no moralista, sobre las limitaciones, la composición y el potencial de estas luchas; cómo y qué es lo que tenemos que hacer para ayudar a su crecimiento y radicalización…

 

 

 

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