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2289 2 Febrero 2017

 

 

El asesino que se volvió artista
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Me lo presentó en México, en 2001, mi amigo Pedro Aguirre, gran politólogo y autor del clásico Historia Mundial de la Megalomanía. Se trataba de un adinerado y prometedor abogado cuarentón, especialista en derecho internacional. Entre sus amigos estaban James Baker, ex secretario de Estado norteamericano. Su nombre era conocido en la élite económica de Yucatán, porque su tío era el exgobernador Victor Manzanilla Shaffer.

Un día de tantos, este abogado de altos vuelos llamado Luis Maldonado Manzanilla fue, como casi todos los días, a casa de sus padres y (según el ministerio público) por motivos aún inexplicables, asesinó a su madre de una veintena de cuchilladas y mató a su padre con un tiro en la nuca.

Dos días antes comía conmigo y otros dos amigos en un restaurante argentino, cerca de los Viveros de Coyoacán. Pedro y yo teníamos una editorial y Luis Maldonado me entregó un grueso texto engargolado, escrito por él, sobre John F. Kennedy. Quería que se lo publicáramos. Algo intolerante, Luis no me dejó opinar que más que Kennedy, para mí era una figura más apasionante Richard Nixon, por atormentado y porque no era un junior. Pero de cualquier forma me llevé el engargolado a la casa y prometí revisarlo y editarlo. No alcancé a darle mi veredicto a Luis, porque fue detenido y luego condenado por parricidio a 40 años de cárcel. Ya en prisión, Luis se dedicó a escribir poesía simbolista y a dibujar. Sus bocetos fueron muy elogiados por la crítica de arte, Teresa del Conde. Eso provocó mi indignación y publiqué en un periódico de la Ciudad de México mi punto de vista. Pedro me contestó con una carta pública y eso derivó en un debate entre mi amigo y yo. Transcribo el resumen de las réplicas y contrarréplicas que intercambiamos Pedro y yo durante un par de semanas. El tema es interesante porque se volvió una polémica filosófica.

Pedro Aguirre: “Entiendo que te hayas formado una pobre idea de Maldonado a partir de los escasos encuentros que tuviste con él. El tipo no es carismático. Trabajaba con Emilio Gamboa y era un priista recalcitrante y orgulloso burócrata. ¿Y quién puede atraerle un tipo así de adocenado? Pero yo conocí a Luis de más tiempo, y sobre todo conviví con su familia y la relación que el futuro parricida tenía con ella. Además distinguí en Luis sus características de maniaco-depresivo y me divertía con su mitomanía”.

Eloy Garza: “Puede ponerle Teresa del Conde a Luis Maldonado el disfraz de poeta maldito, la figura trágica del simbolismo francés. Pero no le va. Que no se confunda Baudelaire con un criminal. Podrán recordarme a Verlaine y su arma blanca hundida en Rimbaud, pero eso es leyenda literaria. Además Verlaine escribió aquello de que antes que el espasmo de la hora violenta, prefería el suspiro y la ingenua mirada luminosa. Luis, en cambio, prefirió el espasmo de la hora violenta contra sus propios padres. El parricidio no se reivindica con poesía”.

Pedro Aguirre: “Yo no digo que el parricidio sea hazaña deportiva, como la de aquel francotirador que se subió a un palomar con un rifle de mira telescópica a dispararle al mayor número de personas posible para imponer un inmortal récord de precisión, ni tampoco que Luis sea un profesional del asesinato en busca del crimen perfecto, ese que siempre aspira a la impunidad. Lo que yo digo es que el de Luis fue un poema a la altura de lo mejor del simbolismo francés. Luis iba por el arte y lo logró”.

Eloy Garza: “A Luis la cárcel no le servirá para escribir su Temporada en el Infierno. Dibuja bonito, como dice Teresa del Conde y es natural: tiene tiempo de sobra (como todo presidiario) para pintar de nuevo, si quiere, El jardín de las delicias. Pero hasta ahora, por lo que he visto, a Luis no le ha valido el recreo del encierro para hacer obra perdurable, por más elogios de Teresa del Conde que lo admira no sé por qué”.

Pedro Aguirre: “Bueno, yo conozco a Teresa y créeme, no regala elogios a nadie”.

Eloy Garza: “Ni como artista del delito le doy mérito a Luis. Le fue muy fácil hallar a sus víctimas en su propia familia. Por eso Thomas de Quincy no le hubiera destinado ni una nota a pie de pie de página en su Del asesinato, considerado como una de las bellas artes. El crimen de Luis fue muy vulgar”.

Pedro Aguirre: “El crimen de Luis fue una exaltación al Edipo. La forma artera y banal con la que asesina al padre y lo deja tumbado en la sala cobra sentido pleno dentro del contexto de este parricidio. El padre es despreciado, arrojado al suelo mientras con la madre procede como un justiciero: recibe una veintena de puñaladas en la zona vaginal. La implicación erótica es obvia: el puñal como símbolo fálico y la madre penetrada salvajemente por el hijo en un aquelarre de sangre y muerte. La señora es atada a su cama y luego rociada con el mismo alcohol con el que esta mujer buscaba obsesivamente purificarse cotidianamente. Después el fuego redentor. Tras encender la pira del sacrificio, Luis baja las escaleras y se acuesta a pocos metros del padre para fingir un desmayo, es decir, su propia muerte, que no se atreve a consumar en los hechos pero que se representa de manera simbólica. ¡Vamos, Eloy! Eso no pasa todos los días. Es, te reitero, una oda a Edipo. Una fiesta de liberación”.

Eloy Garza: “Su crimen es una cosa, otra, que sea un buen pintor y poeta. No lo es. Como abogado apenas comenzaba a ser exitoso. Como escritor, su libro sobre Kennedy es de lo más trillado y banal. ¿Qué más les resta por hacer a los amigos de Luis, como Teresa del Conde? Mantener su amistad y buscarle un sentido artístico a su vida destrozada por sí mismo”.

Pedro Aguirre: “Hay en este asunto el tabú más añejo y profundo de la humanidad: la relación sexual hijo-madre, y la forma en que se consume este hecho, con todos los elementos simbolistas (el puñal como falo, el fuego purificador, el perverso alcohol, el padre despreciado, la mujer atada a la cama), hace que este crimen sea, a su manera diabólica, una obra de arte”.

Eloy Garza: “Me niego a pensar así. Creo que a toda estética debe respaldarla una ética. No creo en el arte por el arte. Menos si se mancha de sangre. Todo gesto poético tiene sus límites, que implican no rebasar los linderos de lo inhumano. A Luis Maldonado lo sentenciaron a 40  años de cárcel. Tarde o temprano, obtendrá su pre-liberación, pero eso no lo volverá un artista”.

A la distancia, tras 15 años de este crimen y de este extraño debate, creo que mi amigo Pedro Aguirre, no yo, tenía la razón.

 

 

 

15diario.com