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2297 14 Febrero 2017

 

 

El populismo barato de EPN
Pablo Vargas González

 

Pachuca.- De ser un gobernante surgido de la ideología dominante, Enrique Peña Nieto de pronto, debido a la debilidad que ha presentado el Estado mexicano frente a la nueva política norteamericana de Donald Trump, pero también a causa de la indignación de las bases ciudadanas del interior del país, repentinamente cambia su discurso hacía el “populismo”, el nacionalismo y el patrioterismo, con un lenguaje vacío, y hueco, que solo una parte de la sociedad cree con ayuda de los medios.

Desde 2012 Peña Nieto enfiló su gobierno siguiendo la matriz económica neoliberal, y que gracias al “Pacto por México” obtuvo de las cúpulas de los partidos (PAN, PRI, PRD) el apoyo para aprobar reformas estructurales que reducen la soberanía y el patrimonio nacional y permiten la continuidad del capitalismo salvaje, a rajatabla, sin valorar las consecuencias para los mexicanos.

Peña Nieto solo pensó en las ganancias y en los negocios para la clase política y la elite empresarial beneficiada por el libre comercio y su preferencia de apertura comercial y de mercados exclusivamente con Estados Unidos y Canadá. La reforma energética que destruyó el patrimonio petrolero, con Pemex a la cabeza, considerado como el último bastión de la rectoría del estado.

En lo político Peña Nieto y sus aliados desmantelaron las bases del estado de bienestar que aún quedaban: debilitaron al IMSS, al ISSSTE, facilitaron que los bancos se quedaran con los ahorros de los trabajadores, con las afores; pero la embestida más brutal fue la reforma laboral que destruye la protección a los trabajadores y desbarata el Art. 123 constitucional, con la reforma educativa, no solo sigue cogobernando con las corruptelas del SNTE sino que se enfrenta con toda la fuerza policíaca contra los profesores y la educación y el proyecto de educación prevista en el art. 3 constitucional.

Pero todo el escenario construido con los aparatos del estado: monopolios televisivos, justicia cerrada y servil, sin contrapesos del poder legislativo se cayó en el 2016. La extensa y discrecional corrupción de funcionarios federales y gobernadores puso en alerta el hartazgo de la sociedad; la revelación de la “Casa Blanca” de la familia presidencial y otras casitas de altos funcionarios Miguel Osorio Chong (Gobernación) y Videgaray (Hacienda) fueron junto a la impunidad del crimen de Estado en Ayotzinapa un parte aguas de la separación entre gobernantes y gobernados.

Un México dividido y desunido por las políticas estructurales, por la incapacidad del régimen para generar trabajo y oportunidades, por la continuación de la política calderonista de “guerra contra el narco” que le ha valido llenar de sangre los rincones del país y de violaciones sistemáticas a los derechos humanos; en conjunto por la pérdida de legitimidad, en que el presidente Peña Nieto y todo su gobierno cayó a un nivel de aceptación del 12% en enero de este año.

El error de “invitar” al aun candidato Donald Trump a Los Pinos, en septiembre pasado, cuando este había construido su discurso cebándose contra México, fue la estupidez mayor que definitivamente dividió al público mexicano. Peña Nieto su gobierno, y la “diplomacia” novata y servil, tardaron semanas y meses cruciales para dar una respuesta como país soberano. EPN esperó hasta que Trump tomó posesión y confirmó sus promesas contra México, pero en lugar de dar una respuesta firme al exterior lo que hizo fue cambiar radicalmente su discurso interno: de un día para otro se convirtió en nacionalista y hasta en populista.

Peña Nieto que había empezado a construir, junto con los monopolios televisivos y sus intelectuales comprados, un discurso anti-populista para frenar la oposición política de izquierda, de repente se convierte en populista y en nacionalista. Después de encabezar la más cruel agresión contra la cohesión social, lanza un lenguaje de “unidad nacional” “hacer un frente único nacional”. Una patética farsa.

Pero 2017 no es 1938, ni Peña Nieto es Lázaro Cárdenas. Mientras en 1938 Cárdenas convocó a la defensa del petróleo con grandes movilizaciones populares, en 2017 Peña Nieto, quien entregó el patrimonio de Pemex a la privatización y el saqueo, solo tiene los monopolios televisivos, algunas cúpulas empresariales, su llamado a la “unidad nacional” es vacío, demagógico y nada creíble.

Tristemente, EPN está solo con sus estructuras cada vez más impugnadas.

 

 

 

15diario.com