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2298 15 Febrero 2017

 

 

Jorge Ramos, el racista
Eloy Garza González

 

Monterrey.- El reportero Jorge Ramos no pregunta, polemiza. Y ser buen reportero implica ser buen preguntón, no aguerrido polemista. Hace poco entrevistó a un supremacista blanco y ante cámaras se lució riñendo con él. Ramos perdió la oportunidad de entender más a fondo las razones de un racista xenófobo. ¿Por qué nos odia a los mexicanos, si es que en verdad nos odia? ¿Por qué nos desprecia si es que en verdad nos desprecia y no son otras sus razones?

Lo peor de la entrevista ocurre cuando se invierten los papeles y el racista cuestiona a Ramos por qué quiere más poder para los latinos a costa de su gente blanca. “Porque somos el 17 por ciento de la población y solo tenemos tres senadores (...) necesitamos 14 senadores”, replica el reportero convertido en político improvisado.

¿Y por qué no mejor 15 senadores? ¿O 13, para no ser ambiciosos? No creo en los guetos parlamentarios. Dudo que tres o 14 senadores hagan alguna diferencia: seguirían siendo minoría en las votaciones legislativas. Es decir, seguirían perdiendo la aprobación de cualquier iniciativa que presentaran.

Lo que debe existir tanto en EUA como en México son comunidades que acepten al inmigrante, que integren a quien no piensa igual que nosotros y tenga otras creencias religiosas, u otro color de piel. Jorge Ramos ilustra en su respuesta lo que en inglés se conoce como racismo positivo: “defiendo a mi gente, a mi grupo, a mi clan, por encima de los demás”. Ramos se convierte en un racista positivo. No solo se cree superior moralmente a los seguidores de Trump, sino que los desprecia. Justo lo que hacen ellos con los latinos.

Cuando publiqué mi libro El cerebro de Donald Trump, varios amigos académicos me preguntaron por qué, a mí que me gusta tanto como a ellos abordar temas culturales o artísticos, perdía el tiempo escribiendo sobre un vulgar ignorante. Mi respuesta no cambia: mientras la élite del buen gusto aquí y en EUA aborda asuntos sofisticados, la gente clama por sus problemas inmediatos. Se ahonda la división entre la élite intelectual (por muy progresista que sea) y la gente común y corriente. Así se entiende el error de Jorge Ramos en su desafortunada entrevista y la frase controvertida de Donald Trump: “yo amo a los incultos y a los ignorantes”. Por eso, entre otras razones, ganó la Casa Blanca.

 

 

15diario.com