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2301 20 Febrero 2017

 

 

Tarahumara
Daniel Salazar M.

 

Monterrey.- Fascinación y enigma fueron las primeras impresiones que tuve por este pueblo ancestral que sobrevive en la Sierra de Chihuahua. Recuerdo que sus costumbres, fortaleza y gran colorido, llamaron poderosamente la atención de toda una generación de estudiantes rurales que, muchos años atrás, llegábamos a esa tierra en busca de conocimientos sin imaginar siquiera que en realidad estábamos tras la búsqueda de nuestro propio destino.     

Hoy, cuando el racismo se acrecienta contra nuestros connacionales en el vecino país del norte, estamos más que obligados a salir en su defensa, al mismo tiempo en que debemos oponernos al racismo en nuestro propio país, instrumentado por siglos para exterminio y burla de los pueblos originarios.

Un oportuno y comprometido reportaje sobre los rarámuris o tarahumara --“esos destacados corredores descalzos de alta resistencia”— menciona que durante los últimos años están sufriendo “una trágica epidemia de suicidios” debido a que su “espíritu libre y alegre” se ha visto disminuido, amenazado. Y es que, marginados de las grandes ciudades y viviendo en medio de un territorio disputado por narcotraficantes, su situación económica es cada vez más precaria: “Vemos con frecuencia que ha habido suicidios en la Sierra”…“Primero un muchacho se colgó con los cordones de sus zapatillas; a los dos años, lo hizo uno de sus hermanos y luego, justo otros dos años después, se colgó el tercer hermano”, esto en la comunidad de Guachochi. Ampliando la tragedia, el reportaje menciona que un diario local recordó que “el 10 de diciembre de 2011, cincuenta hombres y mujeres, pensando en que no tenían nada que darle a sus niños, se arrojaron al barranco…”.

En la Tarahumara, el problema de la sequía y del cambio climático, son parte del desastre y del desabasto en la región. Ahí la mayoría de los cultivos son de temporal. De las 271.000 hectáreas cultivables, solo 25.000 son de riego. “En estas circunstancias y cuando ven que la cosecha no dará frutos, se matan por la desesperación de saber que no tendrán nada que comer”.

Otro de los problemas es el narcotráfico cuyo comercio de drogas ofrece una “salida” económica para la juventud. En los últimos cinco años se ha duplicado la cantidad de rarámuris detenidos por hacer de mulas del narcotráfico hacia EU. Aprovechando su capacidad de correr y caminar cientos de kilómetros, el cartel de Sinaloa explota a estos nativos de los cuales, muchos, hoy se encuentran presos en el estado de Texas. Los sicarios invaden territorios rarámuris y arrinconan a sus pobladores: huir, adaptarse o defenderse, son las únicas opciones que tienen para sobrevivir.

En la Tarahumara la deforestación irracional, criminal e irreversible de los bosques, es la principal causa de la drástica disminución en la captación de agua que nutre las cuencas hidrológicas que abastecen los estados de Chihuahua, Sinaloa y Sonora. “Antes había de ocho a nueve meses de lluvia, nieve y humedad, ahora solo hay precipitaciones cada ocho o nueve semanas al año”.

Recientemente, rarámuris organizados han denunciado haber recibido amenazas de muerte en represalia por haberse negado a firmar el derecho de paso para que el gasoducto El Encino-Topolobampo –que va de la frontera de Texas a Sinaloa–, cruce por sus tierras. Los nativos no fueron consultados y en su defensa mantienen la idea de suspender la obra, cuando no la modificación de su trazo original debido al peligro que representa para bosques, manantiales y áreas de pastoreo. El proyecto transnacional violenta --con la venia del gobierno mexicano-- el principio internacional de la consulta, según el cual deberá ser culturalmente adecuada tal y como lo señala el protocolo. La prisa por firmar acuerdos, deja en el aire los objetivos de las etapas informativa y deliberativa, esto es, de información sobre los riesgos del gasoducto en las comunidades indígenas de la región.

La lucha rarámuri por conservar sus tierras y defender el medio ambiente, ha costado la vida de varios ecologistas a manos de caciques, madereros y narcos. Ernesto Rábago Martínez e Isidro Baldenegro López (condecorado en 2005 con el prestigioso Premio Goldman, considerado el Nobel de los activistas ambientales), son dos de cuatro activistas recientemente asesinados. Para ellos nuestro respeto y memoria.

Por todo y a pesar de pequeños logros y ayuda de particulares, la vida para este pueblo está muy lejos de ser fácil. Solo recientemente apoyados por activistas, han iniciado en supermercados una campaña de trueque de artesanías por aceite, harina, frijol y azúcar, entre otros productos de la canasta básica para paliar el hambre en invierno. Cestos de palma tejida, son algunos de sus productos: una alternativa, se dice, para que la gente no abandone sus comunidades en busca de limosna (korima) en las calles de la gran ciudad. Encontramos además otra pequeña luz en el reportaje, a saber, que la histórica lucha rarámuri logró la restitución de algunas de sus tierras: La comunidad rarámuri de Baqueachi, consiguió este 2017, le fueran restablecidas parte de sus tierras que estaban de manera irregular, bajo control de un particular.

Así que solo la fuerza milenaria de los rarámuris puede explicar su heroica leyenda. Trastocada su vida, muchos de ellos continuarán siendo obligados a abandonar sus pueblos y esto debilitará la lucha contra la impunidad ambiental. La hermosa Sierra Tarahumara será refugio de delincuentes y tráfico de drogas solo si los demás pueblos originarios y los millones de mestizos mexicanos abandonamos la causa Tarahumara.

¡VIVAN LOS PUEBLOS ORIGINARIOS DE MÉXICO!

Fuentes: La Jornada / Administrador Regeneración.

 

 

 

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