Suscribete

 
2303 22 Febrero 2017

 

 

El racismo es mal negocio
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Gary Becker fue uno de los economistas más admirables del mundo. Los motivos de su genialidad son múltiples, pero el principal es que fue el menos economista de los genios de su profesión. Él se consideraba más bien un sociólogo. Este norteamericano longevo (vivió más de ochenta años en pleno uso de sus facultades mentales) demostró que la discriminación no sólo perjudica al discriminado, sino principalmente al discriminador. ¿Por qué?

Simple: el gusto de algunos por “despreciar al otro”, porque no les agrada su raza, religión o tendencia sexual, pasa incluso por renunciar a los benéficos económicos (en forma de sueldos o renta) por tal de mantener sus prejuicios. En efecto, defender un prejuicio como el racismo le resulta muy caro al racista. Pero no le importa. Aunque pierda dinero, el incentivo de su racismo supera al incentivo económico.

Por ejemplo, un jornalero que cree en la supremacía blanca, preferirá trabajar en una fábrica con empleados blancos, ganando 8 dólares la hora, en vez de buscar ser contratado en otra fábrica donde acepten jornaleros de origen mexicano, aunque ahí le paguen 10 dólares la hora.

Esto lo estudio Becker en un libro que pronto se volvió clásico: La economía de la discriminación (1955). Donald Trump ha vuelto a poner en el candelero el racismo disfrazado de discriminación y liderea a esa población blanca que detesta al inmigrante mexicano, no porque le quite su trabajo (eso ya no es científicamente creíble), sino porque recibe más incentivos personales agraviando a su víctima foránea que percibiendo más ingreso. Lo mismo pasa con un empresario que prefiere contratar a empleados blancos en vez de empleados capaces. Paga el llamado “coeficiente de la discriminación”: su nómina se vuelve más cara y menos productiva. Así de irónico y así de peligroso.

Gary Becker ganó el Premio Nobel de Economía en 1992, varias décadas más tarde de publicado su trabajo sobre la discriminación. Para entonces, se creía que la tesis de Becker seguía básicamente vigente, pero estaba pasada de moda. Trump volvió a ponerla en boga, para desgracia de la productividad empresarial de su país.

En el fondo, las políticas racistas de Trump no consisten en mejores la economía de EUA, sino en humillar y destruir a sus víctimas. En el pecado llevará la penitencia.

 

 

 

15diario.com