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2304 23 Febrero 2017

 

 

INTERÉS PÚBLICO
¿Nueva cargada?
Víctor Reynoso

 

Puebla.- La “cargada” fue una de las normas no escritas del viejo régimen mexicano. Fue definida como la adhesión unánime al vencedor (Zaid). Al vencedor de la contienda interna del PRI, se entiende: una vez que este partido nominaba a su candidato a la presidencia de la república (o a alguna gubernatura), toda la clase política (entonces dentro del PRI) se volcaba a favor del candidato. Hoy parece haber nuevas cargadas, no unánimes ciertamente. Formas de transfuguismo político que en las próximas semanas podrían darse a favor de Morena.

El transfuguismo es el cambio de partido político. Es un fenómeno complejo, que no se debe generalizar. Hay distintos tipos de tránsfugas, desde los más congruentes hasta los más oportunistas.

En nuestro país, entre los primeros está la salida de Cuauhtémoc Cárdenas y un grupo de priistas del entonces “partido casi único”. Fue congruente porque antes de salir dieron la batalla dentro de su organización, presentando argumentos, críticas y alternativas. Criticaban que el PRI, durante el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988) se había alejado de sus principios. Proponían una elección interna democrática del candidato a la presidencia de ese partido para 1988. Encontraron todas las puertas cerradas, excepto la de salida, y dejaron al PRI.

Es posible no estar de acuerdo con los argumentos de ese grupo, en particular con la idea de que las políticas del nacionalismo revolucionario eran viables en ese momento. Es posible cuestionar su congruencia, en el sentido de que tardaron mucho tiempo en descubrir lo obvio: que en su partido no había democracia interna. Pero al menos hicieron propuestas y trataron de cambiar la dinámica de su organización. Y cuando salieron del PRI salieron a la total incertidumbre: muy probablemente a la muerte política, como había sido el caso de quienes habían salido de ese partido hasta ese momento.

En el otro extremo están los casos de políticos que, al no tener oportunidad dentro de su partido, pasan a otro. Sin mayores argumentos. Solo movidos por el interés de continuar su carrera. Pero aún en estos casos no se debe generalizar. Van desde el más vulgar oportunismo hasta reacciones contra autoritarismo internos del partido que se abandona.

Los primeros casos son preocupantes para el interés público. Muestran políticos interesados solo en su interés personal. Si en algo tan obvio, tan público, como el partido al que se pertenece, se sigue solo el interés personal, es posible inferir lo que harán en decisiones menos visibles. Los segundos pueden ser sanos: un político capaz, con popularidad entre los ciudadanos, que es marginado por su partido, puede encontrar otras vías para continuar su actividad política. Y seguir generando bienes públicos.

Entre los dos extremos hay muchos puntos intermedios. No es fácil siempre ubicar de qué tipo de transfuguismo se trata. Pero puede ser preocupante lo que estamos viendo recientemente: al ser López Obrador señalado por las encuestas como el precandidato con mayores preferencias, parece haberse generado una mini cargada hacia su partido, Morena. Si se da ese proceso, y si la principal razón de quienes dejan a su partido para pasar al de López Obrador es el interés personal de acceder a cargos públicos, tendríamos a un partido con un componente importante de tránsfugas, quizá oportunistas.

Qué tanto se va a dar esto, es una de las cuestiones a observar en el próximo proceso electoral.

El transfuguismo en México está poco analizado. Por lo tanto no sabemos cómo valorarlo. No ha llegado, o ha llegado mínimamente, a la legislación.

Ha estado poco en la agenda de la clase política, de los legisladores y de los analistas. Quizá sea el momento de agendarlo.

* Profesor de la UDLAP.

 

 

 

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