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2306 27 Febrero 2017

 

 

Salsa: un arma cargada de candela
Eloy Garza González

 

Monterrey.- La salsa es un antídoto musical contra el mal humor. Los adictos la toman sin mesura, a dosis excesivas, en una mezcla de cuerpos, agitados por el arte mestizo y el choque eléctrico del erotismo. En México, como en cualquier país con gente digna, los mulatos son bien vistos.

La comunidad cubana en Monterrey es más grande de lo que aparenta. Grande en todos los sentidos. Pueblo afable, con bagaje de tradiciones afroantillanas que ha atracado aquí, por las razones que se quieran, y van y vienen a su Isla, como Juan por sus dos casas.

Se aprende de los cubanos el orgullo de ser pioneros de la salsa, aunque se cuente poco en los cancioneros y documentales. Género mestizo, combinado con la pericia timbalera de los puertorriqueños y el marketing musical de los migrantes caribeños en Nueva York. Candela y sudor.

Se equivoca quien piense que en Nuevo León impera como dictadura del gusto la cultura de la carne asada, la música norteña y el escepticismo por las formas artísticas complejas. La recepción abierta al foráneo, como la hemos ejercido con los cubanos, nos vuelve más mestizos y, por ende, más universales. Nunca habíamos estado más cerca del banquete de la civilización, como añoraba nuestro Alfonso Reyes.

Que aprenda de nosotros el texano racista, cerrado de mente y de territorio a la influencia benéfica del extranjero. La combinación de tradiciones eleva a cotos insospechados el multiculturalismo y la pluralidad de razas, credos y géneros musicales. Quien busque a un amigo lo encontrará en un cubano. Y quien busque a un hermano lo hallará en las palmadas afectuosas y la hospitalidad del regiomontano. Me refiero, claro está, al común y corriente, no el que se disfraza de bronco para granjearse simpatías efímeras. Bailar salsa es la prueba palpable de la existencia del hombre.

 

 

 

15diario.com