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2312 7 Marzo 2017

 

 

Nadie sale vivo de aquí
Eloy Garza González

 

Monterrey.- El viejo se subió a la ruidosa camioneta Chevrolet, se caló el sombrero, pisó el acelerador y se precipitó al punto exacto de la mala suerte. Mito jugaba en el parque, se zafó de la correa y corrió al sitio preciso de su infortunio. El hombre en pants –que soy yo– salió de su casa con la mascota a un lado, camino del parque, perdió el control del perro y lo vio escapar rumbo a la intersección entre la vida y la muerte.

La esquina a oscuras, en silencio, como la calle antes del crimen, diría el poeta Villaurrutia. Nada predecía el encontronazo entre un viejo sobre una camioneta Chevrolet, un perro que juega en el parque y su amo, un hombre en pants, que soy yo, viendo impotente cómo lo alcanzaba su destino a Mito en la avenida oscura y silente.

“La ruina o vacío que vemos en la naturaleza, está en nuestros ojos”, decía un viejo poeta. La casualidad que convoca circunstancias y coincidencias está solo en nuestra conciencia: el viejo, el perro y el hombre del pants. La confrontación con la efímero de todo se aloja en nuestra mente. Afuera estalla intermitente el azar que sin mala intención destruye el mero acto de existir, nadie sabe a ciencia cierta por qué.

Decía Borges, poeta, que somos nuestra memoria, “ese montón de espejos rotos”. Recuerdo una simple sucesión de imágenes. Mito libre, cruzando la avenida. La camioneta Chevrolet que lo intercepta violentamente. Los aullidos de dolor. Los neumáticos quebrando huesos. La sangre del perro esparcida en el asfalto. Sus ojos incrédulos. La tensión que entume mis músculos. Los espejos rotos. “Cuán pronto llegamos al final del camino”, declara el poeta Charles Wright.

Mito escapó mal herido. Caminó para atrás, de reversa, como dicen que caminan los muertos. Y se perdió entre los autos. El viejo no frenó la Chevrolet ni quiso cerciorarse a quién o a qué había atropellado. Se caló el sombrero mientras aceleraba el ruidoso armatoste. “El mundo es un montón de cosas rotas”, dice el poeta Henri Cole. Se nace para empezar a morir. La vida es un preludio del polvo que seremos.

Ahora fue Mito en el lugar y el momento equivocado. En esta ocasión se salvó. Mañana seré yo. Y tú.

Nadie sale vivo de aquí.

 

 

 

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