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2314 9 Marzo 2017

 

 

Mente sana en cuerpo sano
Samuel Schmidt

 

Austin.- Cuando Carlos Marx justificó la jornada de trabajo de ocho horas en El Capital, su criterio era de salud. Demostró cómo las largas jornadas de trabajo y condiciones insalubres en el espacio de trabajo afectaban la condición humana (estatura, expectativa de vida). Había que encontrar cierto equilibrio; no obstante que los trabajadores eran explotados, paradójicamente, el equilibrio aumentaría la productividad. Marx parecía estar recordando algo que venía desde griegos y romanos.

Desde la antigüedad se entendió la necesidad de lograr un equilibrio entre salud mental y corpórea: cuerpo sano en mente sana, o viceversa. Con los siglos ambas saludes se volvieron sujetas de cálculos económicos y políticos; para el siglo XX el mundo se decantó en dos grandes terrenos: el del Estado que proveía seguridad social a los ciudadanos y el que la salud se convirtió en un negocio. Aunque hay diversos tipos de híbridos.

Los países que proveen seguridad social lo hacen con la misma filosofía, aunque con sistemas y eficiencias diversas. Algunos como Cuba prácticamente no tienen medicina privada, aunque hay cierto criterio elitista que le provee mejores servicios a algunos; en Noruega, que registra el mayor gasto en salud pública por habitante en el mundo, domina la medicina social y existe un pequeño nicho de medicina privada; como en él, hay países donde prevalece un criterio social demócrata que beneficia al individuo. En los países que contemplan la salud como negocio, como Estados Unidos, también hay una porción de la sociedad que recibe subsidios de salud: son los programas medicaid y medicare y asistencia para los soldados y veteranos de las guerras.

Como bien lo vio Marx, no se trata solamente de criterios humanitarios en los cuales todos deben tener la misma oportunidad de recibir atención médica, sino que es un criterio de mercado. Una mano de obra sana es más productiva y hay una menor carga fiscal debida a la enfermedad.

Hay países en Europa que incentivan la salud preventiva, en parte porque no lo ven con ojos empresariales (me dice Miguel Molina), aunque de esa manera reducen los elevados costos de la atención a la enfermedad. El mundo ha llegado a una mayor longevidad y se tiene que atender enfermedades de “viejos” que antes no existían o se daban de forma limitada y suponemos, que los que llegaban a viejos era porque tenían una situación socio económica que les permitía lidiar con esos costos.

México desarrolló desde la mitad del siglo XX un amplio sistema de atención a la salud pública, que inclusive desarrolló un plan de estudios en medicina epidemiológica, el tema era la prevención; sin embargo, el sistema se vio avasallado por corrupción y burocratismo. En una ocasión, en un hospital del IMSS todos los médicos del servicio de ortopedia se incapacitaron entre sí, hasta que no quedó nadie que trabajara. Este sistema, por supuesto, tiene su dimensión elitista. Si alguien tiene contactos será atendido en el mejor nivel de medicina avanzada en el mundo.

Estados Unidos desarrolló el Estado de beneficencia con amplitud. Los beneficiarios reciben desde ayuda para renta hasta distintos programas de salud, especialmente para niños. Sin embargo, prevalece la medicina privada, que cada días es más cara.

Los médicos estadounidenses se quejan de los elevados costos de los seguros, que han llevado a médicos a dejar de trabajar. Hay especialidades que pagan cientos de miles de dólares anuales.

Las compañías de seguros culpan a los abogados por las demandas de negligencia médica. Hay quien culpa a los médicos por solicitar exámenes innecesarios que inflan las cuentas médicas. Y están las farmacéuticas que inflan escandalosamente los precios. Una medicina oftálmica cuesta en Estados Unidos 600 dólares, mientras que la misma empresa la vende en México en 60.

Así, la bolita gira entre los diversos factores que crean un sistema de salud que excluye a los más pobres y crea costos prohibitivos para muchos que prefieren el auto aseguro, pensando que nunca tendrán una enfermedad grave y costosa, como el cáncer.

La reforma de salud de Obama buscó reducir parte de esta disparidad o injusticia, pero los republicanos buscar saciar su odio contra el presidente negro anulando la gran medida que corregía –poco– la injusticia.

La andanada contra el Obamacare dejará intocadas a las farmacéuticas y mejorará las ganancias paras las aseguradoras. El gobierno trabajará para los negocios antes que para los individuos y una vez más se atenderá la enfermedad en lugar de la prevención, porque contradice al capitalismo salvaje que está apoderado de Estados Unidos.

 

 

 

15diario.com