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2326 27 Marzo 2017

 

 

La envidia como arte
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Este artículo también pudo titularse: “Sobre la consabida vanidad y rivalidad que provoca la guerra de castas académica e intelectual de México, hecho palmario que por saber se calla”.

En una de sus clases en la UNAM, don Antonio Alatorre, gran hombre de letras pero también muy mula, nos preguntó cuál sería el título de libro más largo que tuviéramos noticia en la literatura mexicana.

Para variar levanta la mano un compañero yucateco que me caía muy gordo porque siempre se las daba de sabihondo: “Mire usted, maestro, el título más largo que yo sepa es de 1860 y es este: El jarabe. Obra de costumbres mexicanas, jocosa, simpática, burlesca, satírica y de carcajadas, escrita para desterrar el mal humor, herencia que nos legó nuestro padre Adán por un necio antojo que quiso satisfacer”. Yo pensé con envidia: “qué buena memoria la de este cabrón, ni modo”.

Don Antonio le celebró la cita y quiso enterarse quién era el autor. “Don Niceto de Zamacuá”. Entonces pensé “Ora sí se apendejó este güey”. El maestro se río mucho antes de aclararle: “Don Niceto era español, de Bilbao, no francés, por eso su apellido se pronuncia como se escribe, Niceto de Zamacois”.

Y yo para echarle montón al yucateco humillado le dije: “Fíjate cabezón, tan español era el autor que también escribió una “Historia de Méjico” en 20 tomos con el único fin de estrechar los lazos de amistad entre las dos naciones en disputa. O sea que don Niceto o escribía obras larguísimas o se le ocurrían títulos interminables”.

“¿Y usted cómo sabe eso, Eloy?” Me preguntó don Antonio y yo le respondí: “muy fácil, lo que pasa es que don Niceto escribió además una obrita de teatro hoy desconocida que tituló “Los yanquis en Monterrey”, en 1846, montada poquito después de que invadieran los gringos mi ciudad natal”.

Don Antonio me conminó: “Qué bueno que supo salirme al paso, ya iba a ponerlo a leer los 20 tomos de la “Historia de Méjico” de Niceto de Zamacois, porque lo vi burlándose de su compañero”. Y en eso interviene el yucateco: “Pues yo sí leí los 20 tomos para mi clase de historiografía, don Antonio, y es una interpretación muy objetiva y balanceada de la historia de México”.

Juro que a punto estuve de gritarle un verso que inventé para emplearlo en situaciones semejantes: “de veras que eres más hocicón que soflamero y andas como vaca sin cencerro”, pero por mi bien me quedé callado.

Posdata: don Niceto de Zamacois es autor de la letra de La Golondrina, que luego musicalizó don Narciso Serradell, una canción que en velorios y sepelios es muy del agrado de los presentes, menos de quien se le dedica, porque está metido en el cajón sin poder oír nada.

Por cierto: ¿por qué nos referimos a esta lacrimógena canción como "Las Golondrinas" (así en plural), si la letra nada más se refiere a uno de estos pajaritos? Seguramente por la influencia de Gustavo Adolfo Bécquer y su poema best seller “Volverán las oscuras golondrinas de tu balcón sus nidos a colgar”, etcétera. O es porque los mexicanos somos muy despistados. O muy contreras. O vaya uno a saber por qué.

 

 

 

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