Monterrey: puro teatro
Eloy Garza González

Monterrey.- Se supone que hay un renacimiento del teatro en Monterrey. Nuevos autores, espacios escénicos, jóvenes actores. Se estrena una obra casi cada semana. Hay un público aparentemente al tanto de las novedades en las tablas.

El florecimiento del teatro local es engañoso. Los mismos actores que el lunes suben a escena, los martes acuden como espectadores. Y los miércoles regresan con sus papás. Flota una densa sensación de mutua complacencia.
Un acuerdo del tipo “hoy por ti, mañana por mí”. Tú aplaudes mi puesta y yo celebro en Facebook e Instagram la tuya.

El problema de esta mutua complacencia es la ausencia de crítica objetiva. Con honrosas excepciones (y eminencias locales como Luis Martín), asistimos a cierto teatro cocido al vapor. Montajes instantáneos. Dramaturgos de última hora con errores de sintaxis. Trazos escénicos decididos sobre las rodillas. Falta de oficio y de ensayos mínimos. No generalizo: puntualizo.

Los amigos que tengo como actores y directores de teatro en Monterrey no los cultivo por la dicha de la amistad. Los tengo porque son profesionales: valoro el trabajo de: Francisco De Luna, Paty Quiroga, Sergio Esquivel; Raúl Oviedo, Yudith González, Oliver Daza, Eric Villanueva, entre los jóvenes.

A los malos les saco la vuelta. Lo mismo a los autores regionales chafas, como a los novelistas y guionistas del montón (prefiero ignorarlos) y los literatos con talento en trámite.

Sin crítica a las bellas artes no hay arte ni belleza que valga. Y ese es el elemento faltante aquí. El teatro regional está en crisis, como lo está el nacional desde hace muchos años. La crisis es permanente.

Que se maquilen y se monten al vuelo más obras teatrales que hace un lustro no nos hace mejores; nos hace más abundantes, que no es sinónimo de calidad sino de cantidad.

Y eso, para la sobrevivencia del teatro regional, en la era de las redes sociales, las series de televisión, el cine y el Roku, no es suficiente. ¿O si?