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2331 3 Abril 2017

 

 

El turno del predicador
Eloy Garza González

 

Monterrey.- En la democracia moderna es el turno de los predicadores. Una vieja película de Sidney Lumet, titulada Network (1976), predijo el arribo a la política de esta horda de sermoneadores. El personaje principal es un presentador de TV, en sus horas bajas, a punto de suicidarse.

Cuando anuncia ante las cámaras su intención de quitarse la vida, asume un nuevo rol, con grito de guerra incluido: “no sé cómo remediar los problemas, pero no aguanto más; estoy hasta la madre”. De improviso se gana una audiencia no de espectadores sino de fanáticos enfebrecidos.

Todos estamos hasta la madre. La ofensa flota como consigna. El odio como motivación y programa de campaña. Se acabó lo políticamente correcto. Queremos derrumbar el sistema político a pedradas, escupir al establishment, quemar en leña verde a los corruptos. No sabemos cómo remediar los problemas. Pero no aguantamos más. Estamos legítimamente indignados. 

Los predicadores apelan a las pasiones negras. Linchar, apresar, liquidar. La culpa del Apocalipsis tiene nombre y apellido. Queremos una purga extrema de los espacios políticos. Y su queja tiene sustento: el corazón también tiene sus razones. La logia de lo temperamental se entiende porque el político tradicional, del PRI, del PAN, del PRD, de los partiditos paleros, no deja de salirse con la suya. Los repudiamos tajantemente.

Pero en las predicas del predicador se esconden además pasiones menos razonables: la xenofobia, el patriotismo intimidante, la posición maniquea entre buenos y malos, los independientes ignorantes, el ataque justiciero a la división de poderes, la polarización social con su dosis de alta agresividad colectiva, la atracción por los abismos, la invocación al incendio purificador.

Así surgen como hongos las versiones tercermundistas del Brexit, de ese tumor maligno llamado Donald Trump, de los afanes separatistas escoceses, catalanes y vascos. El predicador de estos extremos no sabe cómo resolverlos, pero no aguanta más. Dice estar hasta la madre. Y en la democracia enferma se incuba el huevo de la serpiente. A la postre será muy angustiante su despertar.

 

 

 

15diario.com