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2348 26 Abril 2017

 

 

Corrido de El Relumbrón
Eloy Garza González

 

Monterrey.- En aquel tiempo, el Presidente dijo a sus discípulos: “son épocas de honor personal y decoro”. Pero en la vida real se destripó la patria y un bandido en cada hijo le dio. Por aquellos andurriales andaba el diablo. Forajidos en las cañadas, cuatreros en la maleza, Satanás en Palacio Nacional: terror de catrines y chinacates. 

En las sombras, un allegado al Presidente, que ostentaba un alto cargo, definía cada golpe, planeaba cada asalto, decidía la vida o la muerte de cada secuestrado. Se llamaba Juan Yañez, era coronel y lo apodaban El Relumbrón, porque le gustaba lucir cadenas y esclavas de oro puro. Era espléndido con los regalos a sus queridas. Dicen las malas lenguas que también le daba su comisión al compadre Presidente. 

Cierto comerciante muy rico, le contó con justa anticipación al Mandatario que viajaría la siguiente tarde, por tierra, con un arcón cargado de alhajas y doblones antiguos. Apenas cruzó la garita y le cayeron los forajidos. Lo dejaron encuerado y medio muerto por la zureada. De su fortuna no volvió a saberse nada. 

Ahí sí el Presidente no pudo defender más a su compadre. Fue el colmo: un escándalo público en toda regla. Lo mandó detener, a él y a sus 50 hombres. Corría el año de 1839. El Relumbrón dejó de brillar por unos días. Al propio Mandatario, Antonio López de Santa Anna la gente comenzó a apodarlo El Quince Uñas, por ratero y porque en batalla le habían amputado una pierna.

Entonces sucedió el milagro. Los jueces que procesaban a los detenidos fueron muriendo de uno en uno, por muerte natural, decía la autoridad; envenenados según los maldicientes. A los secuaces tuvieron que colgarlos. Pero el jefe de todos ellos, Juan Yañez, alias El Relumbrón, dizque se tomó un tecito con cianuro en la penitenciaria, antes de que lo ajusticiaran. Muy digno el hombre. 

La historia la volvió novela Manuel Payno en Los Bandidos de Río Frío, que narra el triste final de Juan Yañez. La Marquesa Calderón de la Barca, en cambio, de visita oficial en México por esos años, escribió en sus memorias que un amigo suyo había visto en Europa a El Relumbrón, poquito tiempo después de su supuesta muerte, vivito y coleando, abrazando sin pudor a dos mujeres de la vida galante y haciendo brillar sus cadenas y esclavas de oro por las calles populosas de París. “Épocas de honor personal y decoro”. En México nada cambia, todo permanece. ¿Hasta cuando?

 

 

 

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