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El espíritu de nuestro tiempo

Ricardo García Martínez*

Los medios de comunicación señalan insistentemente el crecimiento de la precariedad, la riqueza en pocas manos, el aumento de la depredación ambiental, de la pedofilia , del tráfico de drogas, de la falta de transparencia gubernamental. Estos hechos persistentes están presentes como un gas sutil en nuestra vida contemporánea. Pareciera lógico el rumbo cotidiano de la humanidad con sucesos negativos al progreso y ajenos al esfuerzo de muchos grupos sensibles contrario a un sistema teatral que asesina en Irak, poluye en China, se ensoberbece en México, rebaja la dignidad en África, confunde en el Vaticano, pareciendo que no hay responsables o alternativas de solución.

Repasemos algunas tendencias desde 1982, en el diario acontecer globalizado:

•  Acumulación del capital y poder en unas cuantas personas aparejado con la acentuación de la pobreza.

•  Consumo desmedido de petróleo, gas y carbón (esto resulta repetitivo pero no ha disminuido su uso).

•  Exceso de producción industrial de mercancías y objetos superfluos a las necesidades primarias y fijas del hombre, provocando con ello apetitos de consumo no vitales.

•  Crecimiento desmedido de las ciudades existentes por centralización de actividades y concentración de población.

•  Islas de bienestar dentro de las urbes desmembradas del acontecer y función diario del resto de la ciudad.

•  Egoísmo político de gobernantes para solucionar requerimientos sociales urgentes (últimos cuatro sexenios en México).

•  Extrañamiento de la ciudadanía quienes ven normal el aumento de índices de polución e inseguridad citadina.

Estas siete maravillas, aunque hay más, forman parte de la atmósfera contemporánea de la humanidad. Permiten se organice y consolide una minoría privilegiada que extingue recursos naturales, masifica y uniformiza la población, manipula la política y catapulta formas de vida de supervivencia y estrechez. Revertir lo negativo de este espíritu y propensión mundial hacia una prosperidad más repartida no es tarea fácil, aún los países hegemónicos discuten acciones compartidas a nivel global. Países emergentes, como México, si no conservan su identidad regional y aplican regulaciones rigurosas a sus recursos naturales, se verán reducidos y nulificados por instituciones económicas egoístas e interesadas que cavan la tumba de todos.

Incrédulamente podemos esperar o por el contrario exigir que el gobierno administre con transparencia nuestras riquezas naturales en beneficio social y reduzca el gasto corriente (el satanizado López Portillo advirtió en “…bien administrar la abundancia”. No hubo caso, se dilapidó y declinó la riqueza petrolera en Cantarell ). Por ello, en nuestra región deben presionar en red la sociedad civil, los grupos minoritarios y los partidos políticos, organizando diferentes propuestas integralmente, señalando la corrupción y el autoritarismo, evitando ser cooptados por sistemas políticos y socio-económicos que desdeñan vías de bienestar independientes inscritas en la pluralidad y la democracia participativa.

Los ciudadanos siempre buscaremos la utopía perfecta y alternativas económicas y sociales claras, sin sujeción, con ello se pueden disipar con destreza y paciencia los gases enrarecidos del espíritu de nuestro tiempo.

*Arquitecto-urbanista.