PLUM

NI LA POESÍA SE ESCAPA DE LA GUERRA
Daniel Ángel*

El 3 de julio de 1884 murió en la madrugada. Dicen que tomó entre sus manos una pistola Remington y se disparó en las entrañas. Fue quizás la batalla que sostuvo durante toda la vida con la pobreza y esa suerte de nostalgia negra que le carcomía el alma lo que lo derrotaron. Así murió el traductor de Shakespeare, Víctor Hugo, Musset y hasta de Goethe. Este fue el aedo Candelario Obeso, a quien la aristocracia colombiana de la época miraba con malos ojos por ser de raza negra —del mismo color que tenía su alma por la amargura— y en su entierro, supongo ahora, estuvieron presentes dos de sus amigos: el afamado poeta José Asunción Silva, quien tres meses después partiría de su tierra con destino a París, y su otro seguidor, el poeta Julio Flórez, quien años más tarde estaría ya fuera en los campos de Santander, Boyacá y Cundinamarca cantando como un juglar de la Edad Media a los luchadores liberales que se enfrentarían en la Guerra de los mil días, o preso en el panóptico acusado de nigromancia y apostasía, traidor de la patria.

     Doce años más tarde, sería José Asunción quien acompañaría a Candelario en su peregrinaje misterioso, siendo enterrado también en el cementerio destinado para los suicidas. Así, como un ángel negro y otro blanco, descendieron a los infiernos a cantar sus desdichas a Lucifer.
Lo que no sabía el joven poeta Flórez, quien contaba con sólo 17 años cuando asistió al entierro de Obeso y 29 cuando lo atrapó la lluvia y la melancolía con la noticia de la muerte de Silva, es que dos años más tarde en Colombia se daría inicio a una de las guerras más cruentas y criminales de la historia.

     Siendo Flórez ya un poeta reconocido, prefirió tomar su tiple y echar a andar por los montes vetustos donde se apostaba el ejército liberal, para entonar sus canciones y envalentonar de este modo a los guerreros.

     Pero ni la poesía se escapa de la guerra. Así como estuvo preso Miguel Hernández durante la guerra civil española, como lo estuvo Bertolt Brecht huyendo con desesperación de la cacería Nazi y como tantos otros escritores tuvieron que exiliarse en tierras extranjeras con la palabra de su patria en la boca, Flórez fue puesto preso por nigromante y reproductor de las ideas de insurrección.

     Poco se sabe de sus días de encarcelamiento. Lo cierto es que mientras el país se caía a pedazos y los ejércitos se enfrentaban fieros en batallas memorables para la desdicha como la de Peralonso y Palonegro, Flórez estaría sembrando sus flores negras, alimentadas con la sangre de miles de colombianos que luchaban manejados por las manos invisibles de los todopoderosos de siempre.

     Lo que se podría esperar es que Flórez también hubiese tomado alguna de las Remington o algún fusil Manlincher austríaco, tan usado en la Guerra civil por el ejército liberal, para acabar con su vida con un tiro en el pecho como lo hicieron sus amigos poetas, pero creo que los acontecimientos de la guerra y la terrible decepción que le causó comprender el dolor que somos capaces de infligirnos los unos a los otros le mataron el alma y entonces escribiría: No hay miedo en sombra para el hombre fuerte/ que ve, sin pestañar, el precipicio;/ que conoce las úlceras del vicio/ y no tiembla jamás, ni ante la muerte.

     En un país en constante guerra a ninguno de los tres la poesía pudo salvar de la inenarrable angustia y desesperación, sin embargo, cada cual dejó para la posteridad sus sufrimientos y sus terribles pesadillas fluyendo en el viento cargado del olor de la pólvora y de la herrumbrosa sangre, hasta llegar a nosotros, a nuestro siglo XXI donde pareciera poco y nada hubiese cambiado, sólo que los poetas se fueran evaporando dejándose morir en la neblina de su mesmerismo.

     La pregunta es entonces: ¿dónde están los poetas nacionales en este momento?, ¿bebiendo un aguardiente en un oscuro cafetín del centro de la capital?, ¿almidonados por las flores y los insectos que habitan en sus casas de campo?, ¿sentados en sus escritorios produciendo textos para no permitir el descenso de su fama?

     ¿Dónde está su país en medio de su pecho y de su pensamiento?


* Bogotá, Colombia, de agosto de 1985. Poeta y novelista. Docente de literatura. El último lector de Bukowski (2012), entre otras obras. E-mail: danielfangel@gmail.com

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