RODRIGUEZ29112024

Un agujero en la pared
José Ángel Pérez

Tecnología educativa: entre el mito, la mediación pedagógica y la corrupción

Monterrey.- La incorporación de tecnologías digitales en los sistemas educativos ha despertado grandes expectativas. Sin embargo, diversas investigaciones y experiencias internacionales han demostrado que su efectividad depende en gran medida de la mediación pedagógica. A partir del célebre experimento del físico indio Sugata Mitra, este artículo propone una revisión crítica del uso de la tecnología educativa, abordando sus posibilidades transformadoras, sus limitaciones cuando se implementa sin un marco pedagógico sólido y los riesgos de corrupción asociados a su gestión pública.

Desde finales del siglo XX, la creencia de que la tecnología por sí sola podría revolucionar el aprendizaje ha ganado popularidad entre funcionarios, empresarios y algunos sectores educativos. No obstante, experiencias concretas han revelado que el éxito de estas iniciativas depende menos del acceso a dispositivos y más de la calidad de su implementación pedagógica. Este artículo se centra en el famoso experimento "Hole in the Wall" de Sugata Mitra (1999) como punto de partida para reflexionar críticamente sobre el papel del docente, la necesidad de mediación educativa, y los peligros de las políticas tecnológicas mal diseñadas —o malintencionadamente implementadas— en el ámbito escolar.

En 1999, Sugata Mitra colocó una computadora con acceso a internet en un muro de un barrio marginal de Nueva Delhi. Sin proporcionar instrucciones ni asistencia, dejó el equipo a disposición de los niños del lugar. A las pocas horas, los menores —que nunca antes habían usado una computadora— aprendieron a operarla, e incluso adquirieron nociones básicas de inglés gracias al trabajo colaborativo entre pares (Mitra, 2005).

Este experimento fue replicado en diversas regiones rurales y urbanas de la India con resultados consistentes. De ahí surgió el concepto de Entornos de Aprendizaje Auto-Organizado (SOLE, por sus siglas en inglés: Self Organized Learning Environment), donde los estudiantes aprenden de forma autónoma, con recursos digitales y en entornos colaborativos, sin necesidad de un docente tradicional, pero sí con preguntas desafiantes y una estructura mínima.

En 2013, el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles intentó traducir esta filosofía en una política pública. Se propuso dotar a cada estudiante de un iPad equipado con software educativo, en lo que fue una de las mayores apuestas tecnológicas en la historia educativa de Estados Unidos, con una inversión de más de 1,300 millones de dólares. No obstante, el proyecto colapsó en poco tiempo: el uso inapropiado de los dispositivos, la falta de preparación docente y la escasa planificación pedagógica evidenciaron que la tecnología, por sí sola, no transforma los procesos educativos (Herold, 2016). La experiencia dejó una lección clave: sin mediación docente, la tecnología es una promesa hueca.

México también ha vivido experiencias fallidas en esta materia. Entre ellas destacan los programas Enciclomedia y Habilidades Digitales para Todos, implementados durante los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Ambos proyectos fueron concebidos con una retórica modernizadora y fuertes inversiones en hardware y software educativo, pero sin una estrategia pedagógica clara ni una evaluación seria de su impacto.

Enciclomedia, en particular, combinó elementos inconexos de programas previos (EFIT, ECAMM, Sec 21) y fue acompañado de una distribución masiva de computadoras en las aulas, muchas de las cuales terminaron inutilizadas o desactualizadas en poco tiempo. Por su parte, Habilidades Digitales para Todos repitió los errores anteriores, incorporando software conductista sin consultar experiencias previas ni formar adecuadamente a los docentes (Ahuja, 2010).

Ambos programas, lejos de replicar el espíritu innovador del experimento de Mitra, derivaron en proyectos tecnocráticos de alto costo y bajo impacto. En lugar de abrir “un agujero en la pared donde se diera entrada al conocimiento”, abrieron un agujero en las finanzas públicas, alimentando redes clientelares y negocios opacos bajo el disfraz de la modernización educativa.

La evidencia es clara: la tecnología puede enriquecer el aprendizaje, pero no sustituye la pedagogía. Su integración debe hacerse dentro de un marco didáctico sólido, con docentes capacitados, con infraestructura funcional y con criterios éticos que garanticen el uso honesto de los recursos públicos. Las herramientas digitales son valiosas, pero sólo cuando están al servicio de procesos humanos de enseñanza y aprendizaje, no cuando responden a lógicas de mercado, corrupción o superficialidad técnica.