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UN CANDIDATO PIRATA
Hugo Esteve Díaz

El escenario está puesto: El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) terminó por avalar una candidatura espuria, como la de Jaime Rodríguez Calderón, popularmente conocido como El Bronco. Evidencia de que en las próximas elecciones presidenciales no habrá imparcialidad.

    No es la primera vez que este supremo colegiado resuelve de manera irregular sobre una determinación controversial; los casos más recientes, y escandalosos, fueron los fallos otorgados el año pasado a favor del PRI con motivo de los procesos electorales en los estados de Coahuila y de México, a pesar de la solidez de las impugnaciones.

    Lo que no tiene precedente es la forma tan indigna y deshonesta en cómo los cuatro magistrados de ese Tribunal otorgaron su voto favorable a una candidatura a todas luces inflada y plagada de irregularidades. Es por ello que el duro pronunciamiento por parte del consejero electoral, Ciro Murayama, respecto de este fallo no dejó lugar para las dudas.

    Y para no entrar al detalle de las cifras, baste señalar que el resolutivo del INE que invalidaba la candidatura del gobernador con licencia de Nuevo León se basaba en el hallazgo de cuantiosas irregularidades, entre las que se encontraban la dudosa recolección de más de dos millones de firmas en apenas cuatro meses en estados en los que el llamado candidato “independiente” ni siquiera había pisado y en donde no cuenta con una estructura de soporte; como por ejemplo, en los estados de México, Hidalgo y Chiapas, en donde remotamente podría ser conocido. No en balde en algunos lugares lo confundieron con Lupe Esparza. Pero hubo cosas peores: entre las firmas recabadas se detectaron cuantiosas duplicaciones, firmas sin registro en el padrón, personas fallecidas -¿quién dice que los muertos no votan?-, credenciales no vigentes, registros con fotocopias, credenciales de otro tipo, licencias y hasta de tarjetas de descuento.

    Con esos elementos el INE desechó una cantidad considerable de registros, determinando preventivamente la invalidez de su candidatura. A pesar de todo, y a decir del consejero Murayama, a Jaime Rodríguez se le otorgó en tiempo y forma el derecho de audiencia, pero cuando se le demostraron las inconsistencias se dijo violado en sus derechos y por tanto recurrió a la máxima instancia a través del Tribunal Electoral de la Federación.

    ¿Qué esperaba el Tribunal Electoral? En palabras de Murayama: ¿Que verificaran si los muertos habían resucitado? ¿Que afiliara a quienes no aparecían en el padrón a pesar de estar vencido el plazo? ¿Que revisara si los más de 260 mil registros duplicados correspondían a una misma persona o resultaban homónimos? ¿Que diera por buenos los cuantiosos registros con fotocopia o a través de otros medios irregulares?
    Es por ello que el fallo de ese máximo tribunal resultó de escándalo. Y por tanto, el mismo viene a evidenciar que cuando menos en esta jurisdicción del Poder Judicial se encuentra supeditado a la estrategia electoral del gobierno federal. No es casual que una vez logrado el registro por parte de Margarita Zavala, se buscara balancear la contienda con otro candidato “independiente”, como en el caso de El Bronco.

    Porque, a fin de cuentas ¿a quién beneficia ese fallo? Sin lugar a dudas que a José Antonio Meade, el candidato del PRI. No hay la menor duda de que la candidatura de doña Margarita le habría restado votos al PAN, sobre todo entre las filas más ortodoxas y puras del partido. Mientras que la candidatura de El Bronco pretende “robarle” votos a AMLO, anteponiéndole a una candidatura populista, un candidato populachero.

    Era evidente que Margarita Zavala no tenía la más remota posibilidad de ganar la elección, y esa fue la razón por la que declinó su candidatura. Y lo mismo pasa con Jaime Rodríguez, quien está destinado a perder la elección presidencial de este año, y él lo sabe. La intención era, al otorgarle el registro a estas dos candidaturas “independientes”, restarle votos tanto a Ricardo Anaya, como a AMLO; al menos el número de votos suficientes que le permitiera a Meade obtener una mayor ventaja en las preferencias electorales, así fuera la más mínima diferencia. Y para lograrlo el PRI-Gobierno puso en marcha su poderosa maquinaria electoral para mantenerse en Los Pinos, y queda visto que para conseguirlo está echando mano de todos los medios legales, legaloides y hasta ilegales.

    Así que ni modo, ahora tenemos en la contienda electoral a un candidato pirata. Y en este caso el término pirata resulta por demás el adecuado, dada su ilegitimidad (que no es lo mismo que legalidad), por el arribismo con el que opera, lo espurio de su representatividad, la falsedad de su discurso y hasta el saqueo de los recursos, sólo que en este caso no requirió tomarlos por asalto, sino que se los han puesto en charola de plata, como son los millones de pesos que dispone -y viene dilapidando- durante su campaña, más allá de su falso mensaje de no hacer uso del presupuesto electoral.

    Pero aún queda un asunto hasta ahora no aclarado: la procedencia y legitimidad de los recursos con los que se ha financiado la campaña de El Bronco. Pero no nos extrañemos que aún cuando se le descubrieran malos manejos, un nuevo fallo del Tribunal Electoral le valide de nuevo su candidatura bajo cualquier otro argumento “garantista”.

    Al margen de lo anterior, hacen bien el resto de los candidatos en no ocuparse de El Bronco, como ha sido evidente durante los dos debates hasta ahora llevados a cabo. No tienen por qué perder el tiempo ocupándose de él y de sus mamarrachadas, además de evitar caer en sus provocaciones, que como vil brabucón de cantina lanza al resto de los debatientes.

    ¿Quién puede ocuparse de quien propone mocharles la mano a los ladrones? Ya sabemos que no es una metáfora, sino una ocurrencia de la estupidez más supina. Acaso por eso debería de llamársele de ahora en adelante El Bruto, en lugar de El Bronco.

    Lo peor de todo es que luego de su inevitable fracaso electoral regresará a “gobernar” el estado de Nuevo León; no importa que durante su campaña por la gubernatura haya prometido permanecer en el puesto los seis años. Por eso ya se disculpó y todo arreglado; lo mismo da mentirle a su esposa con llevarla al cine.

    Para finalizar, un comentario al margen: La contundencia del fracaso de las candidaturas independientes. Un esquema que no ha servido para otra cosa más que para abrirle la puerta a quienes, desairados por sus partidos, encuentran en esta vía la opción para satisfacer sus aspiraciones más personales. No hay por qué generalizar, pero son contadas las candidaturas independientes realmente auténticas.

    Lo que es un descaro es que El Bruto siga con la cantaleta de considerarse un candidato “independiente”, como si con ello pudiera borrar los más de treinta años de militancia priista y como si no fuera evidente que su candidatura no es más que el resultado de los juegos en los que se mueven los intereses del poder. Por eso me pregunto ¿De veras El Bruto no se da cuenta de que lo están utilizando o de plano es muy cínico?

    Y para rematar, una reflexión que siempre compartí con quienes se dejaron deslumbrar por el espejismo de la candidatura “independiente” de Jaime Rodríguez al gobierno de Nuevo León: Que prefería ser de aquellos que se arrepentirían de no haber votado por El Bronco; que arrepentirme por haber votado por él. Hoy son muchos nuevoleonenses que se arrepienten de ello. 

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