GOMEZ12102020

Víctor, el niño salvaje
Ismael Vidales

Monterrey.- El 18 de enero de 1800, un niño desnudo, con la cara y las manos llenas de cicatrices, apareció en las afueras de Saint-Sernin en la provincia de Aveyron, Francia. El muchacho, medía 1.35 m de estatura y aparentaba unos 12 años de edad. Había sido visto varias veces durante los dos años y medio anteriores, trepando los árboles, corriendo en cuatro pies, bebiendo en los arroyos y buscando afanosamente bellotas y raíces. Había sido capturado dos veces, pero había escapado. Fue en ese invierno, cuando volvió a aparecer en busca de alimento.

     Cuando el muchacho fue capturado, no hablaba absolutamente nada, pero reaccionaba de inmediato ante el sonido de las ramas al quebrarse o ante el ladrido de los perros. Rechazaba los alimentos cocidos, prefería las papas que lanzaba al fuego y recuperaba rápidamente con sus manos, devorándolas cuando todavía quemaban. Como un animal acostumbrado a vivir en la selva, el chico parecía insensible al frío y al calor extremos, y rasgaba la ropa que la gente trataba de ponerle.

     No se supo si había perdido a sus padres desde muy pequeño o lo habían abandonado. El muchacho, a quien se le llamó Víctor, fue enviado a una escuela para niños sordomudos en París. Allí, quedó a cargo de Jean-Marc-Gaspard Itard, un médico de 26 años, vivamente interesado en Víctor.

     Itard creyó que el desarrollo de Víctor se había interrumpido por el aislamiento y que tan sólo necesitaba que se le enseñaran las destrezas básicas de los niños de su edad para que se incorporara de nuevo a la sociedad. Itard se llevó a Víctor a su casa y durante los siguientes cinco años, trabajó abnegadamente para retornarlo a la sociedad como una persona.

     Los métodos que utilizó Itard, lo posicionaron a la vanguardia de su época y lo llevaron a realizar importantes aportaciones a la educación general y más aún a la educación especial. Víctor logró, entre otros progresos: aprender los nombres de muchos objetos; pudo leer y escribir frases simples; expresaba deseos; seguía órdenes; intercambiaba ideas; demostró afecto por sus benefactores, especialmente hacia el ama de casa de Itard, la señora Guérin, y también mostró emociones de orgullo, vergüenza, remordimiento.

     Sin embargo, aparte de algunos sonidos de vocales y consonantes, nunca aprendió a hablar. Además, se mantenía totalmente centrado en sus necesidades y deseos y, nunca perdió su vivo anhelo de ser libre en el bosque. Las atenciones y cuidados que se le dieron mejoraron su estado físico y su sociabilidad, pero los progresos fueron muy escasos, una vez superada la fase inicial.

     Por esta época se presentó la pubertad y su sexual le creó problemas adicionales a Itard. Las esperanzas de enseñarle a hablar y a comportarse de manera civilizada resultaron frustradas y en el segundo informe Itard se dio por vencido y manifestando su preocupación por el futuro de Víctor.

     Cuando el estudio concluyó, Víctor ya no fue capaz de valerse por sí mismo, como lo había hecho en el bosque. Se fue a vivir con la señora Guérin que, además de otros profesores asignados para continuar su educación, recibía una remuneración del Gobierno francés por cuidarlo, cerca de veinte años más, hasta su muerte en 1828 cuando tenía alrededor de 40 años.

     Las grandes respuestas a las grandes preguntas sobre el desarrollo humano, le deben mucho a Itard y a Víctor, la educación especial de doña María Montessori se sustenta en los trabajos de Itard de quien fue alumna.

     Esta historia quedó plasmada en la película El Niño Salvaje, dirigida por Francois Trufaut 1970.