Monterrey.- Miles de motivos para reflexionar en este día del padre. Como, por ejemplo, cuando un padre deja de ser padre, y no estamos hablando de que murieron sus hijos o de que los polluelos volaron del nido, eso no es dejar de ser padre, eso no existe. Ni hablamos del papá muy buena onda y quién de repente deja de serlo, ni del sacerdote que dejó de ser padre porque embarazó a una feligresa y lo expulsaron de la iglesia. Discutimos de aquel que se ganó el título por parte de una fémina admiradora. Ese ser imberbe y desgraciado que espera en un mensaje de Guazap o una llamada telefónica con aquella voz susurrante y melosa, las palabras: “Feliz día, papito”.
Y el mensaje será enviado, se escuchará la notificación o el timbre en otro aparato, a otras distancias, porque que ahora aquella voz, aquel mensaje, ya no es para ese imbécil que se pensaba en los cuernos de la luna. Se quedará todo el día esperando y tarde se dará cuenta de que ha dejado de ser el papito para convertirse en el amigo aquel del que no se quiere hablar.
Cambio y fuera.