PEREZ17102022

Comunista
Samuel Schmidt

Austin.- En la narrativa política de la derecha, Comunismo pasó de ser un proyecto ideológico-político-económico a ser un insulto o la descalificación de alguien. Cuando alguien esgrime argumentos que el conservadurismo considera nocivos, como justicia social, automáticamente se convierte en comunista.

El gran proyecto de la iglesia católica y de la ultraderecha, el Intermarium, por más de un siglo ha sido derrotar al comunismo, ya sea porque eran “ateos”, o porque rechazaban la explotación.

Las ciencias sociales pusieron su granito de arena y en plena guerra fría, que tal vez debería ser conocida como guerra por medio de proxy, se lanza el planteamiento de que había terminado la ideología y que solamente había que negociar términos de intercambio, hasta cambia el lenguaje en el mundo económico, los obreros pasan a ser operarios y los trabajadores son considerados asociados, cualquier cosa menos que trabajadores. Se trataba de crear la ilusión de que no había más explotación y que todo consistía en competir para lograr arrancar una prestación o prebenda más. Aunque el proyecto también se concentró en debilitar a los sindicatos.

Las guerras que no acaban, ayudaron y siguen ayudando al enriquecimiento brutal de unos cuantos, que desde la academia recibieron un impulso para enriquecer a la oligarquía en el mundo muchas veces a partir de “shocks”, como golpes de Estado (Chile). Se crea el nuevo mito de oligarcas que ascienden a tal categoría empezando negocios en el estacionamiento de su casa y cualquiera podía hacerlo, se reorganiza la estructura económico-social entre atrevidos y haraganes, los pobres lo son por huevones, mientras las categorías sociales, burguesía y proletariado se expulsan de la agenda política; la época también vio prosperar la corrupción y el desastre ambiental, nada parecía frenar el apetito del capitalismo salvaje y quien levantara la voz de alerta, era comunista.

Los partidos comunistas permanecieron fuertes en China, Corea del Norte, Vietnam y como comparsas en Rusia, Estados Unidos. Hay una sátira muy bien hecha en la película El Concierto. En “occidente” los partidos políticos de izquierda se movieron hacia el centro y se cuidaron muy bien de borrar la palabra comunismo; en México, se contentaron con llamarse de la Revolución Democrática, y la evolución de algunos viejos militantes se contentan con llamarse de Renovación Nacional (Morenos).

El comunismo fue pensado como una etapa en la evolución histórica cuyo antecedente sería el socialismo, una etapa de dictadura del proletariado, en la cual se cancelaría la explotación de una clase por otra, se generaría un estado general de bienestar y se avanzaría hacia la desaparición del Estado, como instrumento que garantizara la explotación de una clase.

Algo sucedió en el camino, porque en el socialismo se generaron dictaduras muy represivas, estados policíacos, y matanzas masivas bajo tiranos como Stalin, Mao, Pol Pot. Y entonces a cualquier comunista se le asociaba con Stalin, como si estuviera matando de hambre a los ucranianos y georgianos.

La influencia mundial de las dos posturas dominantes, Mao y Stalin, mete a la izquierda en debates lejanos a sus realidades, y traslada sus desavenencias hacia terceros. El estúpido e innecesario asesinato de Trotsky en México, mete a los comunistas mexicanos en el debate de lo necesario que era justificar las orientaciones políticas y crímenes de la URSS.

Esto viene al caso porque con un grupo de amigos analizamos el Manifiesto del Partido Comunista, a 176 años de su publicación (EL Manifiesto del Partido Comunista. Lectura desde el Siglo XXI, disponible en Amazon), lo que parece una ironía, reflexionar sobre el comunismo y publicarlo en uno de los arietes del capitalismo salvaje.

Publicar el libro no nos hace comunistas, pero seguramente nos ganará la inclusión en las listas de la ignominia de la derecha; y posiblemente muchos ortodoxos de izquierda tampoco estén conformes con el análisis, pues para alguno de los autores esto representó entrar a las catacumbas.

Vivimos una época turbulenta, época de metamorfosis, que está generando grandes cambios en la sociedad, el ambiente y la política. Y conviene revisarla echando mano a textos elaborados pensando en el siglo XIX, que también fue de grandes transformaciones.

Las oligarquías están más voraces que nunca, condenan a la miseria a una porción mayor de la humanidad, avasallan al ambiente creando riesgos fatales para la humanidad, la política está degradada a niveles de incompetencia y corrupción que creíamos inimaginables, y entonces es tentador revisar un llamado a la revolución que tratando de evitar su descomposición, y alcanzar fines supremos, como generar un hombre nuevo, una sociedad feliz, una buena calidad de vida, y ya inmerso en el optimismo, ver qué falló para hacer un nuevo llamado para tener un mundo mejor.