Monterrey.- Los municipios necesitan gente de a pie que vea por todos. No solo a los que apoyan a ambientalistas, feministas o migrantes. Los municipios tienen población diversa con necesidades diversas.
Cuando nos convenzamos de esto, por fin tendremos la visión social completa para formar equipos de trabajo que puedan cubrir todo ese abanico de necesidades que convierte a una ciudad en una ciudad. Porque eso es Guadalupe, con su propia historia, sus necesidades y sus personajes.
Puede haber personajes que acaparan las miradas en espectáculos locales, nacionales e internacionales. A esos les ponen nombres en una avenida. Pueden haber personajes que se echan clavados a los documentos históricos y acuden a eventos oficiales para conseguirle a la historia el respeto que se merece, y a esos les ponen una estatua en una banca de la plaza.
Puede haber también quien además de trabajar los derechos de los vecinos cuando les quieren comprar a la fuerza su casa sin negociar un valor real, de los comedores sociales cuando no hay ni la suficiente comida, incluso de las mujeres que trabajan en la calle con su inseguridad e insalubridad, y todavía se animan a ser maestros. Yo no sé de dónde sacan tantos ánimos, en una ciudad que vive de devorar fuerza de trabajo, y sobre todo, que suele educar a sus jóvenes para que sean precisamente eso: carne de cañón laboral.
Un maestro que en horario matutino se pone frente a un grupo de cincuenta adolescentes de preparatoria (la Preparatoria # 1, en este caso) y se pone a escribir en un pizarrón esquemas de Estructura Socio Económica de México. Que en cada clase nos convence de que hay que ser valientes, de que hay gente de la que se aprovechan ("a doña Catita le quieren quitar la casa unos fulanos que llegaron de repente con unos documentos que querían que firmara") mientras nosotros nos preocupamos más por la película que se va a estrenar en el cine.
Este maestro nos manda a entrevistar funcionarios públicos. A unos los manda a Tesorería, a otros al Archivo Histórico, a otros a la oficina "x" de ayuntamiento, ya con el nombre de un conocido suyo para preguntarle "cuál es la función de su puesto, en qué condiciones se encontraba esta área cuando usted llegó, qué tanto la ha ido transformando". Y así poder darnos cuenta de que una ciudad no es sólo lo que pasa en nuestra colonia, sino que es toda una maquinaria administrativa.
Gregorio Vanegas se las tuvo que ver al tú por tú con esta maquinaria administrativa. Este aparato gigante que la mayoría de las veces solo sirve para beneficiar a los que están arriba, mientras machaca el estilo de vida de los que están abajo, dejando cada vez más desamparados tanto en condiciones como en número. Supo elegir una profesión ideal para esto: la de abogado. Pudo haber sido un gran sociólogo, maestro, activista, trabajador social, político, pero luego uno se da cuenta, que los grandes hombres no tienen una sola profesión, sino muchas. Porque además de ser un maestro inolvidable, también fue un activista y político, sin tener que cuadrarse en eventos conmemorativos, de esos que consiguen nuestro nombre en una colonia, avenida o figura de bronce.
Escucho al mejor grupo para interpretar a Los Beatles (el grupo El Amor) y entiendo que ya eran amigos de Gregorio Vanegas. Acuden a celebrarlo en cada cumpleaños. Entiendo por qué un editor contracultural como Arnulfo Vigil también ha sido su amigo. Y como punto literario, entiendo también por qué le gustaba leer Julio Cortázar. Porque el escritor argentino era un hombre de calle, que ya viviendo en Francia salía a caminar a diario buscando las calles de su país. Y si no las encuentras, las puedes soñar. Y cuando años después de haber concluído la escuela preparatoria leí Rayuela, me di cuenta que ese es el tipo de universo humanista por el que Gregorio Vanegas adoraba luchar: el mundo de los de a pie. De los que caminan y van por la vida saludando a quienes se topan, con la misma cercanía como si lo hubieras visto apenas ayer.
Y este tipo de maestros son de las personas que uno saluda cada que se topa, así, de abrazo. Y con esa misma cercanía me gusta saludar a Yuri y a Jacobo (sus dos amorosos hijos) cada vez que me los topo en estas calles.
¿Se dan cuenta que nunca mencioné sobre la muerte? Porque para mí, como para su familia y vecinos y mucha gente de Guadalupe, Goyo Vanegas Vive.