GOMEZ12102020

MICROCUENTOS PARA PENSAR
Abrasado
Tomás Corona

Monterrey.- Gildardo era ingeniero metalúrgico. A sus 26 años había descollado por su entrega total al trabajo y su responsabilidad a toda prueba, de hecho, ocupaba un puesto gerencial en aquella empresa aledaña a Fundidora, Monterrey. Sabedor de su encanto masculino, traía a todas las féminas de la compañía suspirando por él, pero las desdeñaba. Su porte, sus pectorales, su cuerpo velludo, su fisonomía con rasgos moros y su profunda y misteriosa mirada lo convertían en un sujeto sexualmente excepcional.

Pero, para nadie era un misterio su preferencia sexual, un secreto a voces que fluía y rebotaba entre aquellas enormes paredes de piedra de la añeja construcción donde se ubicaba aquella empresa fabril en la cual se fundía buena parte de los metales para exportación. Al fin de carácter dominante, desfilaban por su harén un sinfín de jovencitos imberbes y uno que otro maduro quienes hacían las delicias eróticas de aquel bienaventurado semental.

Una tarde rojiza la tragedia tocó a su puerta aniquilando para siempre su belleza masculina, su fabulosa suerte. Mientras supervisaba una de las calderas sobrevino la explosión, varios obreros fallecieron y el quedó gravemente herido con quemaduras de primer grado en la mitad de su cuerpo. Las cirugías reconstructivas fueron lentas y dolorosas, sobre todo las de la cara. Pero no se dejó amedrentar por la tragedia y aún hoy sigue luchando enmascarado a dos caídas de tres sin límite de tiempo…