Monterrey.- Basta solo un chasquido, una chispa, un soplo… Un fino hilo de telaraña roto, la penetración de un alfiler, un silencioso relámpago… Una huella deslizada por terciopelo, un sigiloso “boomerang”, una perenne gota de agua… Un batir de alas rotas, un impávido parpadeo, el crujir de una hoja seca… Un aleteo de mariposa, una maligna y fugaz estrella, el crepitar de un leño ardiente… Una burbuja de aire en la sangre, un virus fatal, el beso de un negro colibrí… Un rayo de sombra, un doliente quejido, una fatal noticia, para que el alma, el corazón y la vida estallen en mil pedazos…