Monterrey.- Cansados, hartos, austeros, victimados por la explotación, van y vienen por la ciudad los obreros. Con el porvenir a cuestas en su roída mochila llena de esperanza y los zapatos gastados por la brega diaria, se desplazan por la calle los obreros. Sin gel, satanizados que no desinfectados, con su cubre bocas hecho con un calcetín viejo, van dejando el virus en el viento, los obreros. Con los ojos turbios de angustia por la hilera de hijos, coger es lo único que les queda, y las callosas manos apretadas, se refugian en sí mismos los obreros. Hacinados como infectos gusanos, apilados en la desesperanza por una vida mejor, se amontonan en los camiones los obreros. Acosados por la necesidad, la espalda rota, el alma dolorida, emborrachan su pavor los obreros. No saben que no saben que la pandemia mata y cotidianamente hay que enfrentarla, enajenados por el miedo, deambulan temerosos los obreros. Totalmente inconscientes de que son alimento del hombre como lobo del hombre, carne de cañón para la guerra así, tristes, viven en mi patria los obreros.