Dallas.- Murieron hace cinco años. Recupero estas líneas para recordarlos. Sirvan de nuevo estas líneas para (re)acercarnos a ellos.
Cuando uno de los editores amigos, el 13 de abril del 2015, me invitó a escribir unas líneas por la partida de esos gigantes de las ideas y las letras, mi primera reacción fue pensar “no conozco toda su obra” y quise quedarme en el silencio –esa oquedad que sirve para guardar todo luto–.
Se lo dije al editor. Sin embargo, momentos más tarde decidí que apuntar unas cuantas líneas alientan y confortan. Ellos con sus creaciones han iluminado nuestro conocimiento, han fijado en la memoria la magia de los pueblos y abierto nuestro espíritu a la comprensión de la rebelión. Con sus libros han despejado de obscuridad nuestra historia.
Ciertamente no conozco la obra completa de ellos, pero lo leído de ambos me ha servido y me ha orientado, me ha estremecido y me ha embargado de felicidad. Galeano con su pluma y su templanza, con rigor de historiador e imaginación de poeta fue esparciendo sus viñetas, sus líneas, sus imágenes, sus sentencias y aforismos entre la intransigencia y la rebelión, entre la belleza del respeto y la dulzura de la honestidad desde los setenta con su clásico Las venas abiertas de América Latina y luego con su no menos portentosa trilogía Memoria del fuego al finalizar el siglo 20.
Grass con su El tambor de hojalata, con esa inusitada determinación de Óskar, me sacudió el asombro cuando lo descubrí, me trajo hasta el sitio y la hora en que lo leía la fuerza de una obra universal, el alumbramiento político que entiendo se repite en cada libro del alemán, en cada polémica, en cada férrea postura ejercida en sus ensayos y escritos.
Ambos ejercieron una crítica puntual y tenaz contra el Tío Sam y sus costumbres imperialistas, ambos señalaron lo nefasto de las políticas intervencionistas de Washington, los dos denunciaron las incongruencias que en el mundo vuelven diferentes y desiguales a los humanos.
Su ausencia no evita su presencia. Como sucede con los grandes, la muerte no pudo quitárnoslos. Volvamos a leerlos, empecemos a leerlos. Se fueron cada uno por su lado el mismo día, se quedaron cada cual con sus palabras para siempre.
*Raúl Caballero García, escritor y periodista regiomontano, tras ser director y editor de varios periódicos en Texas, se desempeñó como director editorial del Diario La Estrella en Dallas/Fort Worth. Para comentarios: caballeror52@gmail.com