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11 de marzo de 2010
15diario.com  


 

ANÁLISIS A FONDO

El mito del Estado

Francisco Gómez Maza

  • Del “Estado soy yo”, al Estado somos nosotros
  • Sólo es “Gobierno” el gobierno que sirve y libera

 

mazaimgNo puedo más que decirles, amigos que llegan a leer esta columna, lo que yo considero mi verdad, que no es “la verdad”. Ustedes, cada uno, tienen también su verdad, que tampoco es “la verdad”. Cuando Pilatos le preguntó a Jesucristo: Qué era la verdad. El nazaretano no respondió y guardó silencio… Así que lo que yo les diga tómenlo como una simple convicción mía, basada en mis principios filosóficos y teológicos, tomados de aquí, de allá y de acullá, de las ideas del excelso poeta Nezahuacoyotl, del Zen, del Judaísmo rebelde de Jesucristo, de algunos pensadores del radicalismo cristiano, principalmente de Francisco de Asís: El Estado es un aparato de represión, dominación y explotación de una o varias clases por otra; y lo que es más: de la mayoría por la minoría. (Ésta es mi experiencia. Ésta es la experiencia de los mexicanos, de los latinoamericanos y de todo el mundo occidental cristiano). Y sus instrumentos de dominación, los del Estado, son un ejército permanente y una burocracia cerrada y dedicada expresamente al control administrativo. Estos dos aparatos, con sus respectivas instituciones, como las cárceles, los juzgados, las oficinas recaudadoras de impuestos, las contralorías, los congresos legislativos, el poder Ejecutivo, y otras, constituyen las ruedas principales de la máquina del llamado Estado. Esta máquina de opresión es lo mismo en una república democrática que en una monarquía absoluta o constitucional, o en una república federativa como la mexicana, pues el Estado es la misma cosa, el mismo aparato, manejado por la clase dominante, que antes estuvo en manos de los amos esclavistas, de los señores feudales, de los caciques y hacendados, de los multimillonarios, de los integrantes de la fantasiosa clase política (en el caso de México) y está todavía, y con mayor fuerza, en manos de la burguesía. Al respecto, siguiendo a Lenin: "en una república democrática, el Estado sigue siendo Estado; es decir, que conserva su principal carácter distintivo: transformar a los funcionarios, esos servidores de la sociedad, nuestros empleados, los empleados de los ciudadanos, sus órganos, en amos de ésta, de la sociedad, integrada por súbditos…

 

El Estado es definido de distintas maneras por múltiples y variados pensadores, pero, en esencia, tienen el mismo objeto: "una organización total de la Sociedad", "la organización jurídica de la Sociedad"; "la autoridad soberana que ejerce el gobierno de las cosas y de las personas dentro de un territorio nacional"; "el poder organizado de una nación"; "una de las formas históricas posibles y concebibles, por la que una comunidad política institucionaliza su unidad, y asume la responsabilidad de su destino nacional". A esta figura social, jurídica e histórica se le han atribuido varios elementos, cualidades o propiedades que invaden los linderos de lo mítico. Esos elementos, cualidades o propiedades son: eternidad, divinidad, consustancialidad (a la naturaleza del hombre), inmanencia (en la esencia de todas las cosas, en el macrocosmos y en el microcosmos); inherencia total (en la esencia de la sociedad humana) anterior a las partes (individuo, familia, sociedad), realización objetiva de la idea, entre otros. La metafísica racionalista e idealista se ha enseñoreado, justificando refinadamente tales atributos. Y así, el Estado ha pasado a ser considerado como una entidad mágica, mística y suprema, que todo el mundo intuye como un demiurgo: un dios o un demonio, fantástico. Pero la investigación sociológica, económica, histórica y política de los pueblos ha venido a demostrar que el Estado es un producto histórico de la sociedad que ha llegado a cierto grado de desarrollo y que, de elemento armonizador de las diferencias con que apareció, se ha convertido en instrumento de dominación por las clases poderosas con el doble objeto de mantener su superioridad.

 

Tomás Moro, el abogado inglés que fue declarado santo por el Vaticano, en su "Utopía" refleja el estado económico de la Inglaterra de principios del Siglo XVI, en el cual denuncia la cruel explotación de las masas trabajadoras en el período inglés de la acumulación primitiva de capital, que marcó el inicio de la dominación de la burguesía. Campanella, por su parte, escribe "La Ciudad del Sol", que es la descripción de un Estado utópico, a semejanza de la isla de la Utopía de Tomás Moro; inspirado por el anhelo de hallar una solución a la penosa situación de las masas trabajadoras de Italia. En ella traduce la aspiración de dicha clase, de liberarse de la opresión y de la explotación de que eran objeto por las clases señoriales. Basándose en Marx, Lenin afirma: "La república democrática es el camino más corto que conduce a la "dictadura del proletariado" porque la república democrática representa una forma más amplia, más libre, más franca, de lucha de clases y de opresión de clase"; ella da al proceso histórico un impulso tal que la posibilidad de satisfacer los intereses esenciales de las masas oprimidas aparece por fin; y estas posibilidades, "se realizan inevitablemente, y únicamente, en la dictadura del proletariado" en "la dirección de esas masas por el proletariado"... Y desde este mismo punto de vista de la revolución proletaria, la mejor forma de "República Democrática" es la forma "centralizada", "república democrática unitaria y centralizada" -insiste Lenin apoyándose en Engels-. "Centralismo democrático" que no hay que entender en el sentido burocrático puesto que él no excluye en modo alguno una amplia autonomía administrativa local. Esto fue lo que nunca lograron concretar los comunistas de la desaparecida Unión Soviética y tampoco han podido con ella los chinos de la China continental, la de la Gran Marcha de Mao Tze Tung.

 

En México, prima la concepción positivista del Estado moderno. Territorio, ciudadanía, partidos políticos, organizaciones intermedias, sociedad civil organizada, cámaras legislativas, el llamado poder judicial, el llamado poder ejecutivo, instituciones entre otros integran el Estado. Pero, como en la Inglaterra de principios del industrialismo, la parte gobernante, el gobierno, que es un mito en realidad, porque deberían de llamarse y ser de ser empleados de la ciudadanía, es la que se impone y se constituye en la autoridad autoritarista. Y el resto, integrado por ciudadanos, organizaciones civiles, sociedad civil, es considerado el sector de los “gobernados” y, por tanto, sujetos de expropiación en beneficio de los políticos que integran el gobierno y en beneficio de la burguesía, de la oligarquía. Es la explotación de la fuerza de trabajo de los trabajadores por los detentadores del poder político y del poder económico. Que esto se puede cambiar. Claro. Sólo es cuestión de que los ciudadanos conscientes se organicen, y no en partidos políticos, que han probado su inutilidad. Y no hay necesidad de violencias. Simplemente proponiendo candidatos idóneos, que compartan la idea de que en el Estado, los gobernantes sólo son nuestros empleados, que tienen que actuar para privilegiar la calidad de vida de las mayorías descalificadas.

 

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