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20 de mayo de 2010
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¿En dónde está Diego?

Juan Reyes del Campillo

Bastantes sospechas, especulaciones y fantasías se han generado con la desaparición de Diego Fernández de Cevallos. Como no se sabe si se lo llevaron, si se fue o se escondió, se ha desatado una amplia ola de rumores. A ciencia cierta nadie sabe decir qué pasó, pero por la importancia del personaje y considerando que se trata de un líder nato del partido en el poder, hay una fuerte inquietud entre los medios y la clase política, así como asombro inusitado entre la opinión pública.

 

Hay también una cierta agitación política provocada por el hecho mismo. Todos los actores políticos, quienes por obvias razones suponen que se trata de un secuestro, rechazan el evento, lo descalifican y se solidarizan con Diego. Para nadie es un secreto que en estos momentos un secuestro de carácter político implica haber escalado el clima de violencia en el país, y que en ese ácido torbellino todas las fuerzas tendrían mucho que perder y muy poco por ganar.

 

Todo lo anterior, sin embargo, es únicamente debido a la falta de certeza que propicia la falta de información y a la falta de credibilidad en lo que dice el gobierno. Nadie, ninguna autoridad aclara ni atiende a los medios de comunicación, por lo cual en el imaginario social corren las más absurdas versiones de lo puede estar sucediendo. Ahora resulta que la única aclaración que se tiene del caso es la que realizó el EPR, señalando que ellos no son quienes lo tienen.

 

Ha habido hasta encuestas en donde se observa que una mayoría de los entrevistados cree que se trata de un secuestro realizado por el narcotráfico. Quién sino ellos tendrían la capacidad para cometer una fechoría de esa magnitud y de esa calaña. Pero el secuestro podría tener también no uno sino varios objetivos. Simplemente quieren dinero a cambio o estarían exigiendo canjearlo por algún capo de cierta envergadura, el cual hubiese sido recientemente hecho prisionero. El combate al crimen organizado le ha cerrado algunos negocios al narcotráfico, por lo cual se han visto obligados a diversificar sus mecanismos de ingresos.

 

Existe también la posibilidad de que el secuestro tenga como móvil la reciente extradición del ex gobernador de Quintana Roo, Mario “el chueco” Villanueva, a Estados Unidos. Se trata del caso más importante de narcopolítica habido en México, pero que pone a temblar a muchos otros que pudiesen estar implicados en esos negocios. Como en Colombia hace algunos años, los narcotraficantes estarían interesados en enviar un mensaje mediante el cual estarían manifestando su interés porque no sean trasladados hacia las prisiones del vecino del norte, en donde perderían cualquier canonjía o posibilidad de gozar de alguna ventaja como la que les brinda la corrupción de las prisiones mexicanas.

 

Corre también la versión de que se trata de un auto secuestro, que tendría como fin posicionar al jefe Diego para la campaña presidencial del 2012. Esto sería parte de una operación de altos vuelos que buscaría en su figura un contrapeso a Peña Nieto. La cuestión, entonces, sería intentar impedir que algún candidato de la izquierda, ya sea López Obrador o Marcelo Ebrard, fuesen quienes polarizaran la elección y que el Partido Acción Nacional quedara marginado.

 

La última posibilidad es que se tratara de un asunto cercano a la familia. Todos saben que es un hombre rico y que no estaría de más arrancarle algunos millones, los cuales no harían ninguna mella en su fortuna y que en dos o tres casos en los juzgados los recuperaría con sus buenos oficios de abogado. Es un hombre rico, ni duda cabe, que se ha hecho de muchos recursos vinculando la justicia y la política.

 

Lo cierto es que todas estas conjeturas realmente no tienen ningún sustento y es bastante posible que se encuentren muy lejos de la realidad. Empero, es la falta de información efectiva por parte de la autoridad lo que provoca estos rumores y todas esas fantasías en la gente. Parece que su desaparición resulta ser un secreto de Estado, pues se trata de un miembro prominente de la clase política mexicana y quien ha estado en el candelero durante los últimos veinte años.

 

No obstante habría que preguntarse ¿cuánto tiempo podría soportarse la ausencia de un desenlace? ¿Es claro que no puede estar desaparecido por tiempo indefinido? Pero tampoco de una carencia de información que termina por debilitar a las mismas instituciones. Es importante señalar que no se trata de un secuestro cualquiera, sino la de un político inmerso en las entrañas del poder.

 

Muchos comunicadores, buscando obtener la nota, van a seguir especulando sobre este acontecimiento. Ante ello, lo único que ayuda es que quien tenga algo que informar lo haga de inmediato. El problema es que en todo esto hay un cruce entre la ética y la política.

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