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29 septiembre 2010
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Mafias pseudo académicas
Juan Pardo / Tomás Corona

Todo poder que no reconoce límites,
crece, se eleva, se dilata,
y por fin se hunde por su propio peso.
Cormenin

Como apilados gusanos, succionantes sanguijuelas, repugnantes tábanos, moscas tornasoladas aleteando alrededor de la mierda, golosas abejas zumbonas revoloteando en un elixir de miel…

Operan como mafia, en secreto, a escondidas, recelosa y sigilosamente; ellos saben a quién van a exhibir en negativo, inventándole fallas o señalando con rojo sus más nimios errores y a quién van a exaltar, echándole flores o con falsas adulaciones, aunque aquel personaje sea una nulidad. Así se reproducen en su “pseudo” poder, saben siempre a quién “placear”, de quién cuidarse o a quién deben aniquilar.

Son Judas encarnado, el torpe Goliat, los terribles ojos de Medusa, Atila revivido, la espada de Damocles, un Leviatán en miniatura, Napoleoncito Bonaparte, la cruel Reina de Corazones, el fraudulento mago de Oz, Fecal….

Saben perfectamente a quién y por qué proyectan, para suceder-se, y protegerse en el “pseudo” poder, se tapan con una falsa y desgastada cobija que ellos mismos tejen y estiran a voluntad, en muchos casos esa cobija es un paradigma de investigación, positivista, cuantitativo, por ejemplo, y ellos ponen las reglas y dicen qué sí es investigación y qué no lo es.

Habitan en limbos construidos con tranzas y corrupción, viven aplastados en tronos de diamante bruto, les crecen espinas en los brazos y sobre su cabeza se posan los buitres, no tragan por no cagar y viven a expensas del poder, jodiendo al prójimo…

Se organizan eventos “académicos” para exhibición y relumbrón, para hacer creer que trabajan, para dar imagen; en verdad están muy lejos de hacer academia y de invitar a verdaderos académicos, pues casi todos los que van son comparsas. Si realmente se interesaran por hacer educación, por promover educación, o dicho de otro modo, por hacer la verdad y promover la verdad, la organización de esos eventos tendría otro formato y otro contenido; por ejemplo, en una muestra de avances de trabajos de investigación, los expertos deberían estar arriba, en el foro, y los aprendices deberían tener el derecho de cuestionarlos en sus dudas, tesis, hipótesis o preguntas de investigación; pero el deber ser no les importa, sólo su ser y sus oscuras intenciones.

Perviven entre genuflexiones y ja,ja, bebiendo el vino del oprobio, tiran a matar y saben perfectamente a quién herir y lastimar; abominan la alteridad, a pesar de su lujo y su falso poder, no pueden ocultar su recalcitrante mediocridad y sus bajos instintos…

La lógica indica que los que saben darán la señal del camino, se aprende a investigar juntándose (siempre y que quieran) con ellos, tradición anglosajona, o bien se aprende a investigar mostrando (léase bien, no dice demostrando) resultados, hechos, acciones, etcétera. Este es otro paradigma que rompe con una cultura burocrática de investigar. Pero no hay condiciones en ninguna institución de educación superior para fortalecer o impulsar un paradigma, mucho menos que les interese alguna línea de investigación.

Son miserables, se reúnen sólo para otorgarse prebendas y concesiones políticas o para elegir a sus próximas víctimas, juegan el juego del engaño y todas sus acciones son premeditadas, les fascina el nepotismo, la alevosía es su modus vivendi, el poder los obnubila a tal grado de no reconocerse a sí mismos…

La actuación en forma de mafia no queda ahí: se auto-organizan viajes a congresos, seminarios, en los que quizá aprenden mucho pero no aplican nada de lo aprendido; sólo engordan su currículum, se van a comer a lujosos restaurantes, todo pagado con dinero del erario, o bien se reparten las jugosas horas dictaminadas mediante exámenes manipulados hasta alcanzar los tiempos completos de quien les conviene, en un marco de corrupción y procacidad. Para regodearse en el placer de perjudicar a los otros -verdadera esencia de la cultura capitalista-mercantilista-positivista- durante buen tiempo y en los pasillos y grillas de corredor se hará daño, difamando a quien quieren y exaltando a quien conviene, se sabrán cosas en las demás escuelas formadoras de maestros, en la Secretaría de Educación, etcétera. Esta sociedad opera con base en la mentira, la ironía, la demagogia, y el cinismo...

Fraguan sus torvos planes en la buhardilla de la ignominia y se burlan a su antojo de la gente realmente crítica y valiosa a la que compulsivamente excluyen por temor a que desnude su pobreza de espíritu, lamen botas, suelas, testículos; no toleran a las personas que brillan por sí mismas porque ante ellos su inicua maldad los asfixia y sonríen descaradamente con una risa falsa, como muñecos de ventrílocuo.

Cuesta mucho ser diferente a ellos, ser congruente, cargado de ética y de amor por los Otros; es otro paradigma que hay que practicar, y aprender a andar. La lógica de esta mafia de la investigación es aniquilar todo aquello que no es como lo que ellos creen que saben o dominan; por ejemplo, la vertiente cualitativa, no se trata siquiera de destruir, en la lógica de construir lo nuevo, lo nunca visto, oído o experimentado.

Despedazan con malsana fruición todo aquello que les resulta intolerable, como la honestidad o la bondad humanas; son incapaces de amar y les fascina practicar el odio cordial; son hipócritas por naturaleza, su código ético se basa en la inmoralidad y le venderían su alma al diablo por poseer un ladrillito que los eleve de la ignominia…

Afortunadamente, esta cultura no promueve la memoria histórica, cuando ya no estén los que mandan ahora, los que hoy tienen poder; quizá ya no se acuerden que una vez envilecieron proyectos en los que los aprendices esperaban cosas mejores, mínimo, rumbo para seguir andando. Quizá ni acepten nunca que cerraron la puerta a la innovación -cosa muy distinta a la renovación o reforma-, a la esperanza, a otro mundo posible. Se trata de no hacerles el juego, de no ser comparsas de sus actos de relumbrón ni en ninguna otra de sus malas acciones; quizá en la medida en que la unidad y organización pueda darse desde la conciencia crítica, no hay que olvidar que siempre tienen sus "orejas", sus "chivatos", sus caballos de Troya, pero esos se deshacen con un soplido o un garnucho, son tan míseros y ramplones.

Confunden la innovación con la simulación, su perfil profesional es casi nulo porque sus títulos son venales, son políticos rastreros transformados en fatuos académicos; les gusta la buena vida, aunque esté fincada en el desvío de recursos; su vida es una gran mentira, sólo les adulan sus esbirros que tarde o temprano se venderán a otro amo.

Estamos obligados los que no pensamos como ellos, los que vamos, quijotescamente, enfrentándonos a sus espurios y remedos de producción cultural y académica, a sus modos de ser y excluir, a denunciar, a contestar, a buscar la alternativa, los espacios y los tiempos para exponer lo que pensamos y somos. La historia está llena, como decía Freire, de inéditos viables, de la negación de contrarios en un determinado momento. Lo malo es que ellos se asumen como oficialidad, ellos dan el título a quien quieren, bloquean o aniquilan a quien les estorba o viven como amenaza. Hemos de ser más inteligentes -que no quiere decir agachados y agachones- para hacer que la luz que traemos se mire.

Difícilmente escapan de su adocenada imperfección, no se dan cuenta que el mundo no gira en torno a ellos, hasta que la soledad carcome sus entrañas; ya contarán sus monedas de catorce pesos como innobles avaros. No dejemos que su maldad nos contamine, que inoculen su labia venenosa en nuestra apacible vida, pero que tampoco nos aniquile jamás la rabia que produce el silencio…

Hay que proponer la constitución de un espacio donde se describa el mundo al revés (que muy bien denuncia y describe Eduardo Galeano), y nos dé el espacio para ponerlo pies abajo y cabeza arriba, como Dios (Marx) manda. Hace falta construir una especie de sociedad de los poetas muertos, o una secta desde donde podamos decir lo que en esos espacios –pseudo-oficiales- no se puede decir.

 

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