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18 Noviembre 2010
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TRANSICIONES
¿Y el bono?
Víctor Alejandro Espinoza

Apenas hace una década los especialistas nos informaron que merced a la transición demográfica, algunos países de la región, entre ellos México, teníamos un activo que abría un horizonte promisorio para nuestro desarrollo (crecimiento con calidad de vida): el llamado “bono demográfico”, es decir, aquella situación donde el mayor volumen de personas en edad productiva, sumado a la menor cantidad de niños y personas mayores, implica menos exigencias para los sistemas de salud materno infantil y de educación escolar, en otro tiempo muy sobrecargados.

La población que reporta mayor crecimiento es la que se ubica entre los 15 y los 59 años, justo la edad más productiva. Sin embargo, el límite del bono demográfico se encuentra  en función del envejecimiento de la población, es decir, cuando el mayor crecimiento se empieza a registrar en el rango de 60 años y más. Esa realidad está a la vuelta de la esquina en nuestro país.

Pero el bono también se encuentra amenazado por la violencia que hoy campea en nuestro país, y sobre todo en la región del norte. La mayoría de los 30 mil homicidios que reporta la llamada “guerra contra el crimen organizado” que inició en el 2006, es de personas que se encuentra en el rango entre los 15 y los 59 años. Al bono demográfico lo están matando las balas… y la desatinada política social. La palabra que define esa condición es la de “juvenicidio”, un término acuñado por el profesor chihuahuense Víctor Quintana: el asesinato masivo de jóvenes, fenómeno cuya expresión más dramática se registra en Ciudad Juárez. A propósito del desastre nacional que revelan las cifras, Ricardo Rocha en su columna del 4 de noviembre en El Universal, sintetizó: “Aunque desde luego, el mal mayor es el juvenicidio masivo que estamos cometiendo desde hace dos décadas: la OCDE —que por cierto encabeza el mexicano José Ángel Gurría— nos acaba de informar que son 19 millones 200 mil jóvenes entre 15 y 29 años los que deberían estar y nada más no están en ninguna escuela. La UNAM ya desde hace meses reveló que son 8 millones de ninis que ni estudian ni trabajan. En cambio, de los 228 mil presos en todas nuestras cárceles, 155 mil tienen menos de 28 años. Añada los incuantificables miles que han huido del país. Y no se olvide, por favor, que de los 30 mil muertos de la guerra contra el narco, 18 mil son jóvenes”.

En medio de esta guerra, ha surgido la hipótesis de la “limpieza social”, es decir, el exterminio masivo de jóvenes pandilleros o infractores. En esa dirección se tendría que reconocer que más que una guerra de cárteles o de pandillas se trataría de aprovechar para “acabar” con los jóvenes considerados como perniciosos. Rosario Ibarra de Piedra, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, ha denunciado esta situación; de resultar cierto, estaríamos entrando a una fase de descomposición social sin parangón.

Para convencer a la sociedad de las bondades del Tratado de Libre Comercio, la frontera norte de México fue promocionada como el modelo ideal de desarrollo que debería seguir el resto del país. Era el ejemplo de la modernización exitosa, que incluía la alternancia política. Un desarrollo basado en el modelo maquilador y en la precarización del empleo. Los sociólogos del trabajo encontraron la gran oportunidad para vender las bondades de la flexibilización laboral. Los congresos se sucedían y las conclusiones eran siempre las mismas: los capitales golondrinos son generosos y dan empleo a miles de migrantes. La paga es lo de menos, alguien se tiene que sacrificar por el país. Surgieron ciudades industriales y villas miseria. El gran negocio de los fraccionadores voraces. Pero ahí, en el hacinamiento, la promiscuidad y el atraso educativo se fue acumulando la desazón y el resentimiento. De ese medio emergieron cientos de jóvenes frustrados, cuya única salida a la miseria se las ofreció el narco y el dinero fácil. Hoy son la carne de cañón, los que engrosan las estadísticas de los muertos de la guerra; los que pueblan los panteones de la frontera. El bono demográfico se acaba, el narcotráfico florece junto a la corrupción.

Urge reflexionar sobre un nuevo modelo de desarrollo para nuestro país; esta guerra no se gana con más armamento y más muertos; la única opción es replantear qué país queremos, qué políticas requerimos. No podemos seguir perdiendo el tiempo… y a nuestros jóvenes.

Investigador de El Colegio de la Frontera Norte. Correo electrónico: victorae@colef.mx

 

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