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30 Septiembre 2011
15diario
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En memoria del 68
Daniel Salazar M.

Monterrey.- El 26 de julio de 1968 fue el inicio de un gran movimiento que estremeció la estructura del poder en México; la vanguardia estudiantil en la capital de la república festejaba un aniversario más del triunfo de la revolución cubana. Días antes, la policía de la ciudad y granaderos sometieron a estudiantes de diversos planteles del Instituto Politécnico Nacional (IPN) con motivo de un “pleito callejero” desatado entre ellos.

Los estudiantes organizaron en respuesta una nutrida manifestación con rumbo a palacio nacional para protestar ante el entonces presidente de la república, Gustavo Díaz Ordaz, pero cientos de granaderos y policías lo impidieron....

En ese mismo año, Estados Unidos experimentaba grandes manifestaciones en contra de la guerra en Vietnam. En Europa, “El Mayo Francés” encarnó una huelga de 10 millones de obreros y luchas estudiantiles contra la autoridad; en Checoslovaquia, la protesta contra el estalinismo era severamente acallada con la invasión soviética a ese país, en un hecho histórico conocido como “La Primavera de Praga”. Todo ello fue de tal importancia, que permitió al movimiento estudiantil mexicano identificar su naciente causa democrática con la causa estudiantil internacionalista de aquellos países.

Del 26 de julio al 2 de octubre transcurrieron en México 68 extraordinarios días que conmovieron al país en lo que fue la mayor y más espontánea movilización de juventud que se había visto. La huelga estudiantil paralizó por completo la UNAM, el IPN y a otras instituciones que se unieron a su causa. Al frente de este movimiento estaba el Consejo Nacional de Huelga (CNH) que, debido a su independencia organizativa, pudo reunir de escuelas y facultades, a más de 200 delegados de cuya autoridad democrática jamás se dudó.  
Tres asuntos principales sirvieron el eje político en los inicios de esa lucha: La libertad de los presos políticos, la derogación del artículo del Código Penal sobre la “disolución social” que era aplicado contra las actividades de oposición política al régimen y la desaparición del Cuerpo de Granaderos.

El movimiento estudiantil iba en ascenso. Poco antes del 2 de octubre, surgió la iniciativa de dotar al movimiento de un programa popular más amplio y la respuesta del gobierno a este “nuevo desafío” no se hizo esperar. La autoridad estaba decidida a no permitir que el movimiento estudiantil aprovechara para su causa el espectáculo de los Juegos Olímpicos, aunque, en el trasfondo, escondía su temor de que algo parecido al “Mayo Francés” pudiera suceder en México, es decir, que aquellas manifestaciones democráticas estudiantiles se extendieran en su causa y se convirtieran en lucha popular y obrera: en abierta lucha de clases contra el Estado mexicano.

El gobierno no estaba muy equivocado. El CNH comenzó a entender que era necesario que el movimiento se “desdoblara” hacia el pueblo. Eran cada vez más frecuentes las numerosas comisiones de sindicatos, corrientes sindicales democráticas e incluso de sectores campesinos que asistían a sus reuniones. Precisamente el día de la invasión militar en Ciudad Universitaria, la sesión del CNH tenía entre sus objetivos la discusión de un proyecto de programa titulado “Por la unión obrero-campesino-estudiantil”.  

Pero La Noche de Tlatelolco tocó con sus sombras el porvenir de aquella lucha. La metralla castrense y su Batallón Olimpia descargaron la furia sobre la multitud. No se sabe con exactitud cuántos fueron los estudiantes caídos, pero los culpables Días Ordaz, Echeverría y Corona del Rosal, se mantuvieron impunemente a la vista de todos. Hay quien dice que sólo la Guerra de Vietnam derramó más sangre que la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.

La represión del ’68 ─aunque no detuvo la búsqueda de la democracia en México─ sí la retrasó. Fue tiempo después que la juventud pudo expandir sus manifestaciones más allá del campus universitario abriendo, de hecho, un período que marca el inicio del proceso de deterioro en el sistema de dominación política que llega hasta nuestros días.

La lucha sindical electricista de Rafael Galván continuó el desafío; surgieron en el país organizaciones armadas que consideraron que los espacios democráticos estaban cerrados; durante los setentas se desarrolló fuertemente el movimiento urbano popular (MUP) dejando en claro que México había dejado de ser un país agrario; se reorganizó el movimiento campesino con audaces tomas de tierra; apareció un nuevo sindicalismo universitario y la UNL daría inicio a la lucha por su autonomía....

Traer hasta nuestros días los alcances y significados del ’68 es, ante todo, un deber político. Sus lecciones han permitido que movimientos como el Zapatista, la APPO, Atenco, la CNTE, el SME, los Mineros, el Movimiento por la Paz, MORENA, la OPT, Derechos Humanos, de ecologistas y jóvenes, hayan podido –o puedan- enlazar a su marcha la continuidad histórica de aquel ’68 democrático y revolucionario. 

Hoy nuestro país en crisis y militarizado, requiere de nosotros. Toca a las generaciones actuales hacer frente a un gobierno usurpador y antipopular, que tiene en su haber más de 50 mil muertes –jóvenes en su mayoría– producto de una guerra obtusa “contra el crimen”.

 

 

 

 


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