EXVOTO A LA MEMORIA
DE UN PINTOR
Guillermo Berrones

La libertad, como la muerte, son estados de la naturaleza que rigen el destino de la especie humana. El parto mismo es la liberación a un mundo de retos y conflictos, de triunfos y pasiones, de lucha constante para darle un sentido particular a nuestras formas de conducirnos en nuestro trayecto vital. Pero el ejercicio de la libertad implica riesgos, a veces sojuzgados por nuestros semejantes. Y entonces se habla de responsabilidad, de un deber ser que aprisiona a la naturaleza espiritual de que estamos hechos. Esas barreras impuestas a la conducta humana, disfrazadas de leyes, normas y reglas, regulan, pero no detienen. Hay seres excepcionales que, sin violentarlas y como el ave Fénix, las surcan y no se manchan. Solo el que tiene el don de la emancipación, de transponer los umbrales de la luz y la oscuridad; el Ser capaz de transitar, siendo congruente con su pensamiento y su acción, podrá navegar con el decoro de la libertad.

Y la muerte, nuestra eterna compañera que va con nosotros desde el nacimiento mismo ¿no es acaso también un acto libertario donde la voluntad espiritual se sublima rompiendo las cadenas corporales que lo guarda?

El hombre que, a la medianoche de ayer, desató las amarras de la vida para enfilar su libertad hacia otros misterios de la naturaleza humana, nos deja en el desamparo de su presencia física, de su sonrisa afable, de la anécdota perspicaz, del hipnotismo de su lenguaje. Los que le conocimos, los que convivimos con su persona, quedamos invadidos por la iconografía de sus recuerdos; su memoria estará latente en cada uno de los que tuvimos en suerte venerar al padre, escuchar al abuelo, conversar al amigo, admirar al pintor y a todo lo que en vida encerró la sabiduría y el amor del Chato, el Apá, el Viejón, el Gallero, el Artista.

Así, en el caprichoso desliz de las nubes, en el colorido de los cuadros que pintó, en la añoranza de su infancia zacatecana, en el canto de las melodías populares y en el reluciente plumaje y el canto de los gallos de pelea… Dante Cortés Aguilar será un recuerdo entrañable que habrá de perdurar.

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