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1332 4 Junio 2013

 

Error de veto
Hugo L. del Río

Monterrey.- Rodrigo Medina cometió un grave error –para variar—al vetar la reforma a la Ley del Transporte. El veto impone un alto precio político y Medina hace rato se quedó sin capital para pagarlo. Supongo que el perverso de Natividad le ordenó que saliera con esta gracia.

González Parás emitió más de veinte vetos contra leyes o enmiendas a la legislación que aprobó el Congreso. “Y ya ves, no me pasó nada”, le habrá dicho a su pupilo. Desde luego que sí le pasaron muchas cosas. Tenía en la Legislatura una mayoría panista, al igual que Rodri. Pero en comparación con Medina, Natividad es una mezcla de Talleyrand y Churchill. Ojo: el cotejo es nada más con este pobre muchacho quien vive a costa nuestra en la Casa de Gobierno, porque NGP no le llega ni a la suela de los zapatos a Jorge Treviño, para no hablar de don Alfonso y políticos de ese tamaño.

Pero estamos en el veto. Los panistas, divididos y todo, siguen siendo oposición, y discutirán el dictamen del gober con toda la calma del mundo. Quizá lo aprueben, previo uno que otro cambio, pero igual lo congelan. En el mejor de los casos, Medinita compró pleito con la Cámara de Diputados, porque si cree que los legisladores priístas lo van a defender de manera efectiva de nueva cuenta errará. La tonelada de congresistas del PRI está a cinco pesos.

Si bien le va, al muchachito que nos heredó Natividad le van a bloquear hasta el cajón de estacionamiento. Rodriguito no se va a aburrir: acaba de inventarse una guerra de guerrillas que lo va a desgastar más, mucho más de lo que ya está. Pensar que este simpático chico hubiera podido ser un buen vendedor de seguros. ¿Cuál de sus enemigos lo habrá empujado al laberinto de la política?

Pie de página

Los buenos actores no mueren. Enrique Elizalde y su hermano Eduardo nacieron con el gen de la creación artística en una ciudad, Tepic, con la que siempre estaré ligado. Actuar, lo que se llama actuar, es parir a un ser humano y animarlo con la pasión y la emoción de la vida. Tuve el privilegio de tener un breve trato con Enrique y lo recuerdo no sólo en la pantalla –chica o grande-- o el escenario, sino que tengo presente las circunstancias en que lo vi dominar al público. No pido que descanse en paz, porque artistas como él le dan vida a la muerte.

 

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