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1603 18 Junio 2014

 

Elena Garro como personaje teatral
Eligio Coronado

Monterrey.- Elena Garro espera en una estación de trenes. No está sola: la acompañan su bebita (Helenita) y un pasajero silencioso. Esto ocurre en el monólogo “En busca de un hogar sólido II”, del dramaturgo Guillermo Schmidhuber (México, D. F., 1943).

Esta obra forma parte de una dupla del autor, creada con “muchas de las conversaciones que mantuve con ella (Elena) y hasta algunas de sus expresiones. (…). Las palabras que pongo en boca del personaje Elena han sido todas entresacadas de nuestras conversaciones y de sus cartas” (p. 22).

La acción de esta obra ocurre el 31 de marzo de 1998, cinco meses antes de la muerte de Elena (22 de agosto de 1998) y el título proviene del conocido drama garriano Un hogar sólido (1958). Aunque el autor aclara que bautizó así sus monólogos (“En busca de un hogar sólido I y II”) debido a que “Elena  siempre buscó un hogar sólido compartido con Octavio Paz, pero su hogar fue volátil” (p. 34).

En el primer monólogo, mientras  espera la visita de Octavio Paz, Elena (de 17 años), imagina que éste llega y ella lo echa: “¡Mejor váyase, búsquese a otra que cumpla sus deseos! (…). Siga usted su camino, búsquese una mujercita sumisa, o en su defecto, como dicen ustedes los abogados: tres concubinas” (p. 41). Luego prefigura la desgraciada vida que llevará con él y se transforma en su propia madre para flagelar a su muñeca (que la personifica a ella misma como su hija) con agujas de tejer, ganchos de ropa y fuertes nalgadas: “Si no te casas por amor, todo será ganancia y las cosas te parecerán más llevaderas, pero si te enamoras, tu felicidad estará en las manos de otros, y ellos te harán infeliz. (…) Te lo digo yo que soy tu madre” (p. 42-43).
En el monólogo II, Elena es ya una anciana que se desahoga con un interlocutor silencioso: “Octavio… Paz… (…). Bueno, ese poeta fue mi marido… (…) ya nada importa, solamente mi hija Helenita (…). La pobre niña ha viajado conmigo tantas veces. (…) No huíamos, pero sí nos perseguían. Era en los meses posteriores al 68, sabe, la matanza de estudiantes, los recuerda?” (p. 55).

El objeto de este desahogo y otros que sobrevienen (“Se metieron en mi casa y sacrificaron a mis gatos, y con su sangre escribieron palabras terribles en las paredes. ¡Amenazas de muerte!”, p. 56; “¡Por años (Octavio Paz) no pagó la mesada (de Helenita)!”, p. 57; “En cuanto a mí, he terminado de clochard, como se llama en Francia a los mendigos”, p. 57; “En Madrid estuve en la cárcel”, p. 57), se transforman en su última confesión cuando Schmidhuber nos revela que el personaje silencioso es en realidad la muerte.

Al saberlo, Elena, con el ánimo reposado, se despide de su hijita: “¡Adiós, Helenita! Sé lo poquito de feliz que se puede ser en esta madriguera que llamamos tierra” (p. 69), y concluye: “Ya no siento que me desgarro porque he aprendido a perdonar… Por fin he llegado a mi hogar sólido” (ídem.).

Como es de suponer, el autor se ha tomado algunas licencias al estructurar este segundo monólogo, pues Elena Garro no murió ese 31 de marzo de 1998, sino hasta el 22 de agosto del mismo año. Su hija Helena Paz no era una bebita en esa fecha ya que había nacido en 1938 (60 años antes). Y finalmente, Octavio Paz, de quien se afirma que: “En la televisión de la estación dijeron que murió Octavio Paz” (p. 67), no murió ese día ni un día antes, sino hasta el mes siguiente (19 de abril de 1998).

¿Por qué hace esto el autor? Porque una es la persona y otra el personaje. Algunas veces la persona se adapta a la obra y otras veces la obra se adapta a la persona. En este segundo monólogo, Elena Garro se ha adaptado a la obra para enfatizar el dramatismo de la misma, eliminando las cuestiones temporales citadas (la muerte de Elena y Octavio, y el nacimiento de su hija Helena).

¿Es válido? Por supuesto, el texto tiene su propia existencia, independientemente de quién lo inspire. Cada una de sus partes (informativas, técnicas, temporales, estilísticas, intencionales, etc.) debe contribuir a su perfeccionamiento actual, no importa que luego las circunstancias cambien y lo vuelvan obsoleto. El texto debe corresponder totalmente a las necesidades expresivas de su autor en el momento en que éste lo crea. Ésa es su prerrogativa, su inherente e irrenunciable libertad creativa.

* Guillermo Schmidhuber. “En busca de un hogar sólido I y II” en Retratos teatrales. Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2013. 343 pp. (Colec. Teatro).

 

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