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Sobre el proteccionismo

de Ignacio Ramírez

Ismael Vidales Delgado*

Esta es la visión que tenía Ignacio Ramírez, un hombre que vivió entre 1818 y 1879, acerca del “proteccionismo” reclamado al gobierno por muchos trabajadores. Seguramente nuestros lectores saben quién fue Ramírez, sin embargo, es bueno recordar algunos datos sobre el personaje. Ignacio Ramírez fue uno de los 155 diputados que conformaron la Asamblea Constituyente más brillante que ha existido en nuestro país, tanto por los propios actores como por sus resultados. Eran sus compañeros de banca: Francisco Zarco, Ponciano Arriaga , José María Mata, Guillermo Prieto, León Guzmán, Valentín Gómez Farías, Melchor Ocampo, Leandro Valle, Vicente Riva Palacio, Miguel Buenrostro , José María del Castillo Velasco.

Ignacio Ramírez fue además destacado periodista, científico y escritor que utilizó el pseudónimo de “El Nigromante” que significa “Hechicero”. En 1845 fundó el periódico Don Simplicio . Debido a la expresión de sus ideas liberales padeció múltiples veces la cárcel, aunque también sirvió en altos cargos al gobierno de don Benito Juárez, con quien fue en 1861 Ministro de Justicia y Fomento, Magistrado de la Suprema Corte. Distanciado de Juárez fue en 1877, con don Porfirio Díaz, Ministro de Justicia. Al discutir la Constitución de 1857, Ignacio Ramírez advirtió ciertas omisiones que le obligaron a expresar: “Nada se dice de los derechos de los niños, de los huérfanos, de los hijos naturales que faltando a los deberes de la naturaleza, abandonan los autores de sus días para cubrir o disimular una debilidad. Algunos códigos antiguos duraron por siglos, porque protegían a la mujer, al niño, al anciano, a todo ser débil y menesteroso, y es menester que hoy tengan el mismo objeto las constituciones, para que dejen de ser simplemente el arte de ser diputado o el de conservar una cartera.”

Criticaba fuertemente el proteccionismo del gobierno a los trabajadores y exigía para el jornalero no solamente el salario que conviene a su subsistencia, sino un derecho a dividir proporcionalmente las ganancias con todo empresario. Respecto del proteccionismo, expresaba: las naciones, lo mismo que los individuos, alcanzan su bienestar y su grandeza por medio del trabajo; pero el trabajo más productivo del individuo comienza en el aprovechamiento y cultivo de sus aptitudes; lo mismo sucede con las naciones… sería en verdad risible que, por sólo obsequiar la ley del trabajo, un jorobado y un cojo se metiesen de bailarines, un mudo de orador y una embarazada de cirquera ; y se haría encerrar como loco quien construyese un buque de guerra para botarlo en el canal de Ixtacalco ; y quien sin saber leer y escribir propusiese una reforma científica en nuestro calendario. Pues del mismo modo, la nación jamás aprovechará su trabajo individual y colectivo si se empeña en producir, por medio de la protección gubernativa, lo que no sabe producir por una falta absoluta de fuerzas físicas y morales.

¿A dónde vamos a dar si por medio de subvenciones y de prohibiciones queremos amanecer músicos y cantores como los italianos; explotadores de acero como los ingleses y los alemanes; reyes de la moda como los parisienses; fabricantes de marfil como los chinos; y vendedores de arenques como los holandeses? ¿Será esto realizable? ¿Conocemos los mexicanos nuestros elementos físicos? ¿Qué hemos hecho para explotarlos mejor? Los habitantes de México, escasos e imperfectamente civilizados, no hemos tenido tiempo ni luz suficiente para formar el inventario de la fuerza que oculta y descubre su suelo. ¡Para apresurar nuestra instrucción no nos queda más que la experiencia y pericia de los extranjeros… y les cerramos las puertas!

En medio de dos mares esperamos a que la naturaleza haga los puertos, mejoramos un camino y cerramos veinte;… ¡Sólo un remedio hemos discurrido: cruzarnos de brazos para que todo lo haga el gobierno! 

 

*Director del Centro de Altos Estudios e Investigación Pedagógica