La Quincena No. 46
Agosto de 2007
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TECLA SUELTA

Picasso no sabía dibujar

Asael Sepúlveda

“Es evidente que Picasso no sabía dibujar”. La frase, sencilla y rotunda, la pronunció don Alfredo Gracia Vicente, a mediados de los ochentas, ante un selecto auditorio en el Centro Cultural Alfa.

Con esta afirmación, don Alfredo, uno de mis más queridos maestros universitarios, me liberaba de una roca que pesaba en mi interior, a saber: mi convicción de que los dibujos de Picasso estaban terriblemente mal hechos y mi resistencia a decirlo, ante el temor de pasar por ignorante. Pero si don Alfredo Gracia Vicente, con toda su reconocida sabiduría, era capaz de decir en una conferencia que Picasso no sabía dibujar, igual podía yo repetirlo sin preocuparme del impacto que causara en mis oyentes.

Pues bien, con aquella libertad en materia de opiniones artísticas que don Alfredo me regalara, puedo afirmar con toda tranquilidad que la ya famosa serpiente que adorna el terreno de Peñoles, sobre la avenida Constitución, es francamente horrible. Dejemos de lado que se trata de una copia. De mi niñez, recuerdo con claridad que cada verano mi padre mataba en los alrededores de nuestra casa de San Nicolás, entre 15 y 20 víboras. Entonces no sabíamos que se llamaban serpientes y las identificábamos fácilmente como víboras chirrioneras, víboras ratoneras, víboras negras, coralillos y víboras de cascabel. Años después, en la Facultad de Biología, recuerdo haber conocido una veintena más de variedades de estos reptiles. Lo que no recuerdo, por más que me esfuerzo, es haber conocido alguna víbora o serpiente que se desplazara o se pusiera a descansar haciendo onditas hacia arriba o hacia abajo como gusano medidor, y que es la pose que guarda la obra, supuestamente de arte, que ahora (des) adorna la avenida Constitución. Ya sé que saldrá por ahí algún defensor del concepto de la serpiente, señalando que es la visión del artista o que el nombre sólo alude al concepto general de la forma que guarda el armatoste metálico en cuestión. Pero siendo ésta la tierra del comercio, de la industria y de los servicios, suena curioso que alguien haya decidido colocar una serpiente en lugar tan destacado. De plano, en el subconsciente lleva la fama.