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Hay una tendencia a la banalización de las grandes creaciones literarias. Cuando Orwell escribió 1984 se imaginó, igual que muchos autores de ciencia ficción, que en el futuro enfrentaríamos a gobiernos totalitarios cuya fuerza residía en tenernos totalmente vigilados. No se imaginó el poder vulgarizador de la televisión y que nos entregaría una versión ramplona y degradada de voyerismo a semejanza de un gran hermano que observa el comportamiento cotidiano de las personas y no faltaba quién se prestara a mostrar sus miserias en transmisión nacional. La televisión no se imaginaba lo cerca que se ponía de lo que haría el gobierno de George Bush, que logró autorización política para espiar a los ciudadanos.
Los políticos buscan controlar a las personas y sus emociones. Esto lo desarrolló magistralmente José Fouché cuando logró derrotar a Napoleón a partir del conocimiento de los políticos y el control de esa información. El poder del ministro de policía francés residía en que la gente tenía esqueletos en el closet y su habilidad consistió en sacarlos y usar la información. Eso es lo que busca cualquier sistema que espíe a la gente, ya sea que lo haga con medios legales o ilegales.
Esta reflexión viene al caso por la intención del Instituto Federal Electoral (IFE) de supervisar las cuentas de cheques de los senadores. La responsabilidad del IFE es organizar elecciones, lo que no ha hecho con eficacia, bastaría con ver el desastre del 2006 y su consiguiente costo político y económico. No le corresponde supervisar a funcionarios o políticos electos, para eso hay otras instancias de gobierno y si le parece que hay alguna carencia, que como cualquier ciudadano presente una iniciativa de ley para subsanarla. No debe interferir en funciones de otra área porque se crea una confusión inadecuada para el buen gobierno.
Un déficit de la democracia mexicana es justamente el hecho que gran parte de la vida pública se negocia bajo la mesa lejos, muy lejos, de la mirada societaria. De los malos manejos no se salva nadie, mientras la sociedad mira pasivamente cómo se le desfalca cada día.
Los consejeros del IFE carecen de la confianza de la sociedad y para lograrla necesitan una transparencia que no tienen. Podríamos empezar por la explicación de las componendas y negociaciones que se hicieron entre los partidos políticos para elegirlos y después pasar a exponer a la luz pública o del congreso las chequeras y propiedades de los consejeros del IFE y sus familiares, ya que igual como ellos lo hacen respecto a los senadores, podríamos sospechar que se hacen muchos negocios con la millonada que pasa por esa institución, por ejemplo, en la compra de material para elecciones, renta de equipo, seguros, gastos de representación y viáticos, etc. Recordemos el caso del consejero que rentó un helicóptero para ir a observar el conflicto zapatista en la sierra de Chiapas, por donde se mire no se logra ver la justificación para ese gasto.
Para el IFE esa pasividad que se refleja en una elevada abstención electoral parece ser culpa de la sociedad y no de la clase política, de la que ellos forman parte muy destacada.
Los senadores deben frenar este exceso del IFE, pero al mismo tiempo deben transparentar la forma como gastan los enormes recursos que se auto-asignan. Es un insulto que las fracciones partidistas se repartan personalmente los ahorros que hacen. Si un funcionario público procediera de esa manera sería encarcelado por una buena cantidad de delitos y los senadores –y diputados- cínicamente lo agregan a sus emolumentos de fin de año. El IFE no está interesado en esta parte, justifican su afán de fisgoneo en el argumento que quieren atajar la intervención del narco en las campañas. Ya alguien lo dijo, si ése es el propósito, intervengan en las precampañas y campañas electorales, incluido el proceso de compra de votos que se realiza el día de la elección y que se hace con dinero en efectivo. Pero entonces, dónde queda el big brother.
Siguiendo este ejemplo y mostrando que la estupidez no tiene límite, el instituto electoral del DF determinó una lista de proveedores para que contraten los partidos políticos. ¿Y la libre empresa dónde quedó?
El IFE una vez más actuará para taparle un ojo al macho, porque el compromiso partidista de los consejeros les evita intervenir en lo sustancial. Eso sí, ayudan y en mucho a calentar el circo que el país recibe cotidianamente mientras se pospone la atención de los problemas que nos hunden cada día más y la democracia sigue pacientemente haciéndose esperar.

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