El gobierno mexicano se tardó en reconocer que los signos que presentaba la economía internacional se traducirían en una grave crisis para nuestro país. Quizás fue un cálculo deliberado al minimizar lo que la mayoría de los expertos ya había diagnosticado: la recesión estaba a la vuelta de la esquina. No creo que el titubeo haya provenido del desconocimiento de la realidad nacional e internacional; más bien pensaron que subestimando lo que venía mandaban un mensaje de tranquilidad a los mexicanos, evitando el pánico. Lo peor sería que todo se debiera a la aplicación de la receta de pensar “positivo” para resolver los problemas.
El “catarrito” que el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, previó, se ha convertido en una verdadera neumonía. Este martes 27, el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, hizo públicos los datos de las expectativas de la economía mexicana para este año. Todos muestran que la recesión ya es una realidad. Se prevé una pérdida de 340 mil fuentes de trabajo en 2009; pero además revela que durante 2008 ya se habían perdido un total de 37, 500 empleos en el sector formal. Si las expectativas de crecimiento del Producto Interno Bruto eran de entre .5% y 1.5%, hoy se sitúan entre -0.8% y -1.8%. Eso significa simple y llanamente recesión. Pero, al igual que el empleo en 2008, se había calculado un crecimiento del PIB de un 2%, pero sólo alcanzamos el 1.5%. Otros datos: el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos en 2008 fue de 1.4% del PIB, pero para 2009 se espera que se sitúe entre el 2.6% y el 2.8%. Los datos de la inflación también son preocupantes: el crecimiento de la misma durante los cuatro trimestres del año se espera en un 19.25%.
El discurso oficial insiste en que los padecimientos económicos en nuestro país son derivados de la crisis internacional. “Los desequilibrios nos vienen de fuera”. Evidentemente se trata de una grave recesión internacional, pero en gran medida dependerá de las condiciones de la economía nacional la forma en como se enfrenten los problemas y, sobre todo, los resultados al final del tunel. Es necesario reconocer que los países están enfrentando la crisis internacional desde bases diferentes. Algunos, como China, República Dominicana o Haití, seguirán creciendo, aunque no a los ritmos proyectados. Otros, como nosotros, no sólo no creceremos, sino que decreceremos.
Deberíamos tener una explicación oficial acerca de ello. Sobre todo, porque hace dos años Felipe Calderón basó su estrategia de campaña en el mejoramiento de las condiciones de vida de los mexicanos y, sobre todo, en la creación de fuentes de trabajo. Se autodefinió como el “presidente del empleo”. Ahora sabemos que no sólo no se han creado nuevas plazas, sino que este año se perderán más de 340 mil. Cierto, en buena medida se debe a factores externos, pero entonces los políticos deberían ser más cautos a la hora de hacer sus promesas; como no hay ningún tipo de costos (sobre todo porque no existe la reelección) se puede prometer cualquier cosa para obtener un cargo. Una ciudadanía activa y bien informada puede ser un dique; no sólo a las promesas de campaña, también ante la impunidad declarativa de los funcionarios.

Como sea, éste será uno de los peores años en la historia económica y social de México. El modelo seguido desde hace más de un cuarto de siglo está agotado. Hemos llegado a la crisis en medio de una desigualdad social insultante. Los pobres ya no pueden ajustarse más el cinturón. Las disparidades en el ingreso son peligrosas. La corrupción y el narcotráfico siguen creciendo. Los escenarios son desfavorables.
Una nota informativa señala que las visitas a la Villa de Guadalupe se han incrementado sustancialmente durante los últimos meses. A lo mejor sólo un milagro nos sacará del hoyo. Dios nos agarre confesados.

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