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9 de marzo de 2010
15diario.com  


 

El erotismo del poder

Jorge Majfud

En el erotismo clásico, la hembra, como las flores, seduce por su demostración de debilidad. La belleza de la fragilidad femenina es el premio al ejercicio del poder masculino.

Probablemente este precepto y percepción de la belleza femenina es un invento masculino del neolítico y un éxito del Renacimiento primero y de Hollywood después.

Lo femenino seduce porque lo masculino conquista hasta que vence el sexo. Es un triunfo puramente simbólico y, por lo tanto, más real que la realidad. En el lenguaje tradicional este juego de poderes se describe con palabras como poseer y ser poseído, en “te haré mía” y “hazme tuya”, en símbolos como la bandera que alguien clava en la cumbre de una montaña, en una tierra conquistada o en la Luna misma.

El erotismo es tensión social que el sexo relaja. Luego llamamos arte a todo lo que contribuye al incremento de esta tensión y pornografía al resto del proceso. Por esta razón, una de las fórmulas eróticas más practicadas y menos reconocida consiste en incrementar deliberadamente esta tensión de opuestos por la distancia que media entre lo femenino y lo masculino, lo rico y lo pobre, la belleza y la fealdad, la fragilidad y el poder.

De ahí la obsesión literaria y, sobre todo, la obsesión de la cultura popular y de la cultura del consumo, por lo femenino de las clases altas posando y contrastando en algún peligroso y decadente barrio de paredes despintadas, de las reinas de la música pop norteamericanas grabando sus eróticos videoclips en las favelas de Rio de Janeiro. (Para la cultura del consumo, no hay música sin excitación sexual.)

Así, como en todo carnaval, el mendigo se viste de rey, el pobre vence en el sexo, el poder se trasviste de hembra —el poder es un travesti de corazón—, la clase alta se humilla por un día, and so on.

Este orgasmo, simbólico y real, es la liberación final de la tensión social organizada por el poder. De la misma forma, en culturas más antiguas, faraones, emperadores y reyes debían sufrir y sangrar ante su pueblo una vez al año para legitimar su poder. El amor se despliega con los mismos actos y gestos, y suele estar entreverado, pero es otra cosa.

Claro, como todo lo humano, el amor nunca se encuentra en estado químicamente puro y casi siempre se encuentra contaminado de odios, celos, envidias y todos los demás tóxicos que derivan del poder dominante.

Porque el poder dominante define las reglas del erotismo pero nada tiene que ver con el amor.

 

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