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19 de marzo de 2010
15diario.com  


 

Infamia en Conalep

Miguel Treviño Rábago

EL GRUPO de alumnos organiza la trampa. Son de nivel medio superior. Uno de ellos provocará el enojo del maestro y otro lo filmará en video con su teléfono celular. Todo está premeditado. Es una canallada, pero el maestro, que es una persona de la tercera edad, será la víctima de un grupo, no de alumnos, de rufianes que están inscritos en una escuela, pero ni estudian, ni trabajan. Eso, sí, son buenos para la infamia y el desorden.

                EL VIDEO es real. Lo acabo de ver en televisión, porque también tuvieron el descaro, los seudoestudiantes, de subirlo a internet. El maestro está en clase, un alumno le falta al respeto intencionalmente y estallan las agresiones de uno y otro lado. El que filma está agazapado, los demás lo protegen, el maestro no se contiene, insulta, grita, vocifera palabrotas y hasta tira una patada. Indignado y ofendido guarda sus textos y listas y sale del salón de clase. El festejo de gritos y carcajadas se desata. Lo han logrado, tienen un video real y celebran ruidosamente su "triunfo". El maestro, ha caído y ha perdido su empleo. Esto que le cuento es real. Sucedió en un CONALEP de Monterrey.

             Y ESTO LE puede suceder a cualquier maestro o maestra del país. Alumnos utilizando las nuevas tecnologías para videograbar para bien o para mal. Las nuevas generaciones ahora pueden recurrir hasta a las organizaciones de derechos humanos para quejarse de un maestro exigente o gritón. Y estoy de acuerdo en que los abusos graves sean denunciados, pero hay quejas francamente ridículas. Los mismos padres y madres de familia protestan si les exigen el uniforme, si les piden una cooperación para pintar la escuela, si les gritan a sus hijos, si les exigen la tarea, si se les reprueba, si se les llama la atención, si se les exige respeto y buena conducta. Protestan por todo.

               HAY UNA SOBREPROTECCIÓN exagerada. Los maestros viven amenazados y arrinconados no sólo por los padres, sino hasta por los mismos alumnos. ¿Usted estimado lector (a) recuerda alguna vez haber amenazado a sus maestros? ¿Recuerda cómo nuestros padres nos castigaban si recibían informes acerca de nuestro mal desempeño en la escuela? ¿Recuerda la pregunta que nos formulaban “a qué te mando a la escuela”? El miedo que sentíamos de que a nuestra casa llegara un "reporte" de nuestra inasistencia a clases? ¿Recuerda usted el gran respeto que sentíamos por los maestros y maestras de nuestra escuela y su comportamiento serio y formal? Entonces, ¿qué nos pasó en México con el sistema educativo?

               EL PROBLEMA de nuestros niños, adolescentes y jóvenes, radica en dos fuentes: el hogar en primera instancia y la escuela que complementa la formación. En el hogar, nos guste o no, reciben los mejores y los peores ejemplos. En sus primeros 7 años la influencia de papás y mamás es fundamental. Ellos son como esponjas que ven, escuchan y aprenden las palabras que marcarán su vida. Imitarán los comportamientos, repetirán el lenguaje de los adultos, observarán y sentirán el cariño o la agresividad de los mayores de la casa en que están creciendo. Allí se siembra la semilla del árbol recto o torcido para toda la vida.

              RECUERDO QUE en casa, cada uno de los 8 hijos que fuimos, teníamos tareas específicas que desarrollar y cumplir. Después de hacer las cosas bien hechas, "o mejor no las haga", teníamos que hacer tareas, que eran revisadas por nuestros padres que fueron maestros toda su vida; luego podríamos dedicar tiempo a jugar y otras actividades. A propósito de la nueva cinta de "Alicia en el país de las maravillas", mi madre colocaba dos discos de acetato, grandes, para que escucháramos el cuento sentados en el suelo alrededor de ella, que era la única que podía encender el tocadiscos. Y atentos, escuchábamos las peripecias de cada personaje.

               REGRESANDO AL TEMA, la escuela se convierte en el segundo hogar. Y así escuchamos una y otra vez, que los maestros eran "nuestros segundos padres". La palabra del maestro era ley. Valía y pesaba. Dolía a veces o nos hacía sentir los mejores del mundo. Las calificaciones eran justas y se otorgaban con honestidad. Los padres y madres no recurrían al soborno del regalo costoso o del billete de alta denominación. No, eso era indigno. Pero hoy se ve como práctica común y corriente. "Llévale un regalito y verás que te aprueba". No debo generalizar, pero la corrupción ya alcanzó nuestras escuelas. Los padres solapan a sus hijos en su mal comportamiento y han llegado a creer que la escuela sólo sirve como un lugar donde "guardar" por unas horas a sus hijos.

               PADRES Y MADRES festejan los desmanes de sus hijos e hijas. Insultan y agreden a los maestros de palabra y de hecho; si el "niño" o la "niña" son reprendidos. Ignoran al maestro y amenazan con ir con los "jefes" educativos o a los periódicos, si sus retoños son reprobados. La misma SEP ordena el "pase automático" aun cuando el alumno (a) no apruebe el mínimo examen. Padres y madres se amotinan para "correr" maestros exigentes y cumplidos y aconsejan a sus hijos no dejarse de nadie, impulsándolos a gritar, ofender, apedrear, portar cartelones mal escritos, bloquear la entrada de escuelas, no permitir la entrada de profesores, no asistir a clases si no les viene en gana, porque "me dio lástima despertarlo", o "es que hace mucho frío".

               EN CASA NO había pretextos para no ir a la escuela. Sólo una enfermedad real, sería tolerada. El baño era obligatorio diariamente al levantarse y al acostarse, se desayunaba, comía y cenaba a la misma hora, y los alimentos eran los mismos para todos. No había menú, porque mi madre señalaba que nuestra casa no era restaurante. La comida no se desperdiciaba y las sobras eran recicladas con otra presentación. Las manos limpias, las uñas recortadas, la boca cerrada, los codos nunca sobre la mesa, no se hablaba con la boca llena, ni se contaba la comida. Papá o mamá hacían una oración para agradecer a Dios los alimentos y nadie se levantaba de la mesa hasta que todos hubiéramos concluido. Por días, nos turnábamos para lavar "los trastes". Y lo más importante, sabíamos decirle GRACIAS a nuestra madre por haber preparado los alimentos.

               LOS PADRES de hoy yo los veo muy blanditos. Son incapaces de decir NO. Se someten a los caprichos de los hijos y éstos los ningunean a su antojo. El lenguaje de los jóvenes es vulgar, ofensivo, corriente. Y lo usan a gritos, sin respeto por nadie. Los padres ceden a todos los chantajes y amenazas. Se asustan. Doblan las manos. "Es que los quiero mucho", dicen ellos. Y los niños y jóvenes ya les tomaron la medida. Por eso no estudian, por eso no entran a clases, por eso insultan a los maestros, por eso terminan en las pandillas y más tarde en la delincuencia organizada que azota al país. Miles de jóvenes han muerto en las calles porque nadie les exigió quedarse en la escuela. Estamos desperdiciando vidas valiosísimas.

               ESTOY SEGURO que muchos de esos jóvenes delincuentes no encontraron en su casa ni el ejemplo, ni el consejo, ni el apoyo, ni la plática sincera con un papá o una mamá, un abuelo, una abuela, un tío, etc. Pero tampoco hubo un maestro o maestra que los rescatara de las calles. No voy a culpar a los Gobiernos, porque ya quedó demostrado que son tan ladrones como los que dicen combatir. Permítaseme expresarle que al Gobierno del color que sea, le vale un cacahuate la educación de millones de jóvenes. Nada podemos esperar de las pandillas políticas. Y es que un pueblo educado sabe votar por los mejores. Y eso hoy, no conviene.

               POR ESO URGE que los padres, las madres, los maestros y maestras, los ministros y sacerdotes decentes, las organizaciones, los clubes de servicio, todos aquellos grupos sociales preocupados sinceramente por nuestros niños y jóvenes, impulsen instituciones y actividades para retirarlos de la calle, de los vicios, de las pandillas, de los antros, de las cantinas, de los billares, de todos aquellos lugares nocivos para su salud mental, física y espiritual. Ya no queremos ver más jóvenes acribillados en nuestras calles. Necesitamos desesperadamente ponernos a EDUCAR de todas las formas posibles. ¡Basta de tanta sangre joven fluyendo como ríos!

 

trabago49@hotmail.com           elobservadorpolitico@htmail.com

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