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15 de abril de 2010
15diario.com  


 

Vendedora de frivolidad 

Tomás Corona Rodríguez

 

“Ella era una chica plástica,

de esas que veo por allí,

de esas que cuando se agitan

sudan Chanel Number Three”

Rubén Blades

 

Hasta cierto punto resulta agradable verla, es simpática, bella, carismática, parece estar siempre alegre como esas muñecas rubias, plásticas, con largas pestañas y sonrisa forzada (como la “Chica plástica” de Rubén Blades), y quién sabe qué sentimientos albergará su artificialoide corazón. Todo su mundo se sostiene en un bastión de superficialidad donde lo natural no tiene cabida.

 

Su programa de televisión, se mueve en un ambiente de formas, colorido, brillante, oropelesco, trivial, cuyo fondo es la negación de la persona humana como tal, como es: gorda, flaca, nerviosa, tranquila, casta, pecadora, culta, ignorante, con las virtudes y defectos que debe llevar a cuestas, muy a su pesar.

 

Ha hecho de la hipocresía su hábitat, es ficción pura, cordialidad disimulada bajo los efluvios de la mercadotecnia televisiva. Camaleónica, cambia de color de ojos, falsos también, para que vayan de acuerdo con la ropa “chic” que regularmente porta y quién no, si te la regalan, si la casa de modas que anuncias tan fervorosamente, “te viste”. 

 

Yo no sé cómo puede sostenerse o incluso bailar con esos tacones. Es una pena que el arquetipo femenino de las animadoras de la televisión mexicana siga siendo la “chaparrez”. Aunque es casi una enana, es “sexy”, y sus sendos escotes dejan entrever, intencionalmente, un poquito más allá, como que sabe que el secreto del erotismo está en la abertura de la falda que llega a la entrepierna, en el largo de la “mini” que permite apreciar el color del calzoncito, o en el botón desabrochado de la blusa y no en la grotesca visión de un desnudo pornográfico.  

 

Sin embargo, a pesar de su belleza, de su cuerpo voluptuoso, uno se agüita cuando recuerda que sus exuberantes formas, específicamente senos y glúteos estén repletos de silicón. Lo peor del caso (o lo mejor, dirán algunos) es que existen infinidad de mujeres que han seguido sus pasos, qué más da que tengan el cuerpo perfecto y la cabeza hueca (perdón a mis inteligentes y guapas amigas feministas).

 

Ella es el prototipo de aquellas muchachas “potables”, genéticamente perfectas, que brotaban del laboratorio-matriz en el mundo feliz de Aldox Huxley. ¿Qué se sentirá al tocarla? ¿Sentirá ella que la tocan entre tanto plástico? Escudada en lo “fashion”, utiliza frases de niña fresa, adopta poses de “top model” tercermundista, asume actitudes de “niña bien” y vende y vende y vende carretadas de frivolidad.

 

Liposucciones y cirugías estéticas que te quitan lo feo (¡hasta crees!), tratamientos mágicos para cutis irremisiblemente arrugados, moda “nice” para anoréxicas y bulímicas, “menjurjes” para los ojos, para el pelo, para la piel, que intentan atajar vanamente el paso inexorable de la vejez; zapatos que terminan dañando la columna vertebral, afeites para el cuerpo que inhiben los eróticos olores naturales, tocados bellos para mujeres feas, productos nutritivos con mortíferos efectos colaterales, sustancias raras extraídas de la fuente de la eterna juventud (nada más falso), pupilentes multicolores que acaban rasgándote los ojos.

 

Tiene innumerables seguidores, y todas (y todos) desean ser tan bonitos como ella, sentirse como “la última cheve del estadio” (cuando le quiten el veto), sin reflexionar siquiera sobre su sagacidad, maña y astucia como vendedora y sus dañinas falacias, “Vende caro tu amor, aventurera”. En fin, nadie puede negar que es una mujer actual, triunfadora, “famosa” y capaz de todo por mantener su fatuo mundillo, (dije mundillo), lástima que se haya olvidado de que la verdadera belleza es interior. ¡Ah!, por cierto, también anuncia la venta de colchones.

 

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