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15 de abril de 2010
15diario.com  


 

ANÁLISIS A FONDO

Como el Arca de Noé

Francisco Gómez Maza

 

  • De cárteles a cárteles: cuál diferencia existe
  • Se impone el Caín que todos llevamos dentro

mazaimgMéxico pareciera el arca de Noé. Le dijo la divinidad a Noé que iba a destruir al mundo y le mandó construir un arca para que se salvaran él, sus hermanos, sus mujeres, sus concubinas y una pareja de cada especie de animal viviente. Y, por esas artes del destino que le deparó a Caín cuando éste mató a su hermano Abel, Caín también fue introducido en el Arca, como espléndidamente lo reinventa José Saramago en su más reciente novela titulada precisamente “Caín”. Pero el arca de Noé no tenía velas, ni remeros, ni timonel y cuando comenzó a diluviar, navegó al garete y en su interior ocurrieron los hechos más diabólicos, insólitos, y al final hasta Noé se suicidó y sólo quedaron Caín y dios, discutiendo por toda la eternidad. Caín quería vengarse de dios y mató a todos – hombres y mujeres -, que habían sido elegidos para crear la Nueva Humanidad. Pero ésta se quedó en el limbo. Y el mundo sólo fue poblado por animales irracionales, regidos por la ley de la selva.

 

Esto le está ocurriendo a los mexicanos, que van navegando al garete en una gran barcaza. Quizá Saramago no pensó ni imaginó a México cuando escribió “Caín” (muy recomendable por cierto su lectura; se lee en una sentada), pero en Caín se ve totalmente reflejado en este pasaje horripilante, aterrador, que están viviendo los mexicanos desde hace tres años y poco menos de cuatro meses. (O los mexicanos se ven reflejados en Caín) Los barones del crimen organizado mandan a sus sicarios matarse entre ellos, a ejecutar, a secuestrar, a extorsionar, a “levantar” periodistas y asesinarlos, a ejecutar mandos policiacos, a atentar contra sedes diplomáticas estadounidenses y mueren de risa ante los operativos que organizan las fuerzas de seguridad. Un reporte confidencial entregado al Senado revela que ya son más de 22 mil muertos los que han sido enterrados, incinerados, disueltos en ácido, durante los últimos tres años. Y esta nota la publicaron este miércoles los más importantes periódicos impresos de los Estados Unidos y uno que otro europeo. Los narcos luchan con armas convencionales; están defendiendo su estatus, su negocio, sus ganancias, su modo de vida, sus niveles de riqueza.

 

Pero qué diferencia hay entre las empresas de la delincuencia llamada organizada, la que se dedica al trasiego, y comercio de estupefacientes, de las empresas financieras, la mayoría de las cuales también hace negocios sucios con dinero sucio. Banqueros y agentes financieros tendrían que ser investigados también porque forman cárteles de cuello blanco que se dedican a extorsionar a la clientela, a robarle en comisiones draconianas, a blanquear dinero mal habido, tanto de los negocios del narcotráfico, como de los negocios transas que ellos mismos traman, maquinan y concretan. No hay ninguna diferencia entre los cárteles del crimen organizado (los narcotraficantes, los tratantes de blancas, los secuestradores, los extorsionadores) y los cárteles del crimen financiero. La única diferencia, quizás, es que las drogas no están permitidas, aunque sí el alcohol y el tabaco, las más perniciosas, y el dinero es socialmente, económicamente aceptado, como lo es el alcohol y el tabaco. Pero en las maquinitas de contar billetes, pasan fajos y fajos de billetes provenientes del comercio de las drogas. Según autoridades financieras estadounidenses, a México entran al año unos 40 mil millones de dólares por concepto de la venta de estupefacientes que realizan los comercializadores de drogas mexicanos en los mercados del Imperio meridional.

 

Y qué diferencia existe entre los cárteles del narcotráfico, los cárteles de cuello blanco con los cárteles de la política, de la sucia política que se practica en México. Ahí están las pruebas. No hay día en que los periódicos impresos y electrónicos no informen de un político en el gobierno, de mandos policiacos y policías, que están metidos “hasta las manitas” con las bandas del crimen organizado para el negocio del narcotráfico y de la muerte. Ejemplos tangibles son los del alcalde del neoleonés municipio de Garza García, Mauricio Fernández, y del ex alcalde de Culiacán, Jesús Vizcarra, candidato del PRI a la gubernatura de Sinaloa. El primero está confeso de haber contratado a criminales vinculados con el narco como informantes. Vizcarra no está claro. Vive en la oscuridad y es señalado por su presunta vinculación con el narco, por una fotografía que hace 20 años se tomó con El Mayo Zambada, a quien entrevistó Julio Scherer García, como hábil reportero que es a sus 84 años de edad. Y soldados del Ejército han tenido que desarmar y apresar corporaciones policiacas completitas para investigarlas por sus presuntos nexos con el narco. Los cárteles de la política hacen y deshacen con el país, con sus ciudadanos, en lo económico, en lo fiscal, en la salud, en todo, y son los reyes de la corrupción y la impunidad.

 

Y hay más cárteles semejantes a los de la droga. O peores. Los cárteles que se dedican al trasiego de personas, de mujeres y niños principalmente, para exportarlos a Estados Unidos y Europa como carne fresca para esparcimiento de pedófilos, pederastas y personas enfermas de sexo. Los cárteles clericales que tienen por negocio violentar niños y niñas y mujeres, ingenuas “hijas de maría”, que han confirmado que la estructura clerical también es un cártel que comercia con lo “sagrado”. Vende a dios y llena las arcas del Banco Ambrosiano con ganancias supinas como las de Judas Tadeo o de la basílica de Guadalupe en ciudad de México. Y los cárteles que se dedican a comprar barato a los campesinos y vender caro; y el cártel mayor, el de las petroleras trasnacionales, que compran barato el petróleo mexicano y nos lo regresan convertido en gasolinas, a precios aumentados exponencialmente. Ah, y los cárteles del sindicalismo, representados por la emblemática dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que han entorpecido la marcha de la economía de este país. Y los cárteles de las esquinas. Hay barones del comercio humano que tienen sus legiones de pedigüeños, que alquilan niños de pecho, para que aquellos salgan a las calles a remover los complejos de culpa, la sensiblería, de muchos automovilistas. Éste es un país de pedigüeños, pero organizados, y bajo un padrino que les exige una cuota de todo lo recabado en una jornada de pedigüeñería. Y los cárteles de lenones, de esos que no pertenecen a los cárteles formales del crimen organizado, que venden el derecho de piso y exigen porcentajes de sus ingresos a grupos de mujeres que venden su cuerpo para mantener a sus críos y de hombres vestidos de mujeres que se expenden en importantes vías urbanas de ciudad de México como la calzada de Tlalpan, que todo el mundo conoce ahora como “El malecón Tlalpan”. Caramba. Como exclama Cicerón ante el Senatus Romanus: “¡En qué país vivimos! En el arca de Noé, comandada por Caín, que ha asesinado a todos y que sólo vive para pelearse con la Naturaleza humana.

 

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