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20 de julio de 2010
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ANÁLISIS A FONDO

Aquí no pasa nada

Francisco Gómez Maza

 

El desayuno nuestro de cada día…

Pan de caja, crema de maní y sangre

 

mazaimgBloqueos de sicarios en Nuevo León; muere una persona más por la matanza en fiesta de Torreón: suman 18; PF reforzará vigilancia en Coahuila; narco guerra rebasa reforma judicial; la reforma judicial, otra víctima del crimen; casi una centena de agentes caídos y más de veinte abogados asesinados le ha cobrado la mafia al sistema penal; han caído mi 626 narco mandos: PF; “lo seguiré hasta encarcelarlo”; inician proceso penal a “El Indio”; narco tráfico, la disputa por el territorio; balacera en Valle de las Brisas, HL deja un muerto; explotan dos granadas en Cuernavaca; no hay heridos; Nava designa a portavoz del PAN a Maximiliano Cortázar.

 

Bonitos, esperanzadores, gratificantes, optimistas encabezados de periódicos con que me desayuné este lunes, saboreando mi tradicional rebanada de pan de caja untado de crema de maní, más uno de panes llamados hot cakes, mezclados con uvas pasa y espolvoreados con azúcar blanca y una pisca de polvo de canela fina. Y lo que más me anima es que así es todos los días, cuando tengo tiempo de desayunarme. Ahora lo tuve porque estoy pasando las vacaciones de verano en mi datcha, acompañado de amigos y amigas muy queridos y muy queridas, que hacía unos seis meses que no veía ni abrazaba.

 

Para mis amigos lectores de otros países, de otros continentes, es posible que tales lecturas matutinas sean terriblemente desalentadoras y les digan que México es el infierno de Dante. La semana pasada estalló en un puesto de la Policía Federal, en la emblemática Ciudad Juárez, en el estado meridional de Chihuahua (Ay, Chihuahua, no te rajes) uno de esos llamados carros bomba y mató a poco más de una docena. Pero no es así. Los mexicanos, sobre todo los de las zonas donde tienen una presencia espeluznante tanto la fuerza pública como las presuntas bandas de sicarios de la delincuencia organizada, parece que ya se acostumbraron a convivir con la violencia, con la sangre y con la muerte, o muchos –obviamente quienes tienen poder económico- están emigrando a territorio de los Estados Unidos de Norteamérica, para sentirse seguros.

 

Pero en general, la gente común, la que no tiene la alternativa de optar por la asepsia y el “orden” reinante en tierras del mayor consumidor de drogas en el mundo y el mayor exportador de armas de calibre pesado, fusiles de alto poder y hasta mecanismos sofisticados para hacer estallar un carro bomba a larga distancia, no tiene otra opción más que convivir con el dia–blo; convivir con la confrontación de tres estados: el Estado ficticio formado por los “gobernantes”, agobiados por acabar con la violencia, atizándola contradictoriamente, echándole más combustible al fuego; el “Estado” paralelo en que se ha constituido por la fuerza de las armas, la omnipresente, ubicua, irrebatible, y cada vez más poderosa e invencible presunta “delincuencia organizada”, la que se dedica a trasegar con drogas ilícitas, al secuestro y trata de personas; y el estado de ánimo, del que les hablé ayer, en el que sobreviven muchos seres humanos en este país del Conejo Blanco de Lewis Carroll.

 

Como lo previmos, el cese de Fernando Gómez Mont, alfil de la mafia del secuestrado “El jefe” Diego (Diego Fernández de Cevallos) sirvió como la carabina de Ambrosio (un dicho mexicano para indicar que sirvió para nada), aunque en verdad sí sirvió pero para detonar una escalada más violenta de la violencia criminal, que se ha convertido en terrorismo, que algunos han matizado como el mote de “narco terrorismo”. En el “gobierno” puede estar quien quiera. Digo, en el “gobierno” de la ultra. Y no significa absolutamente ningún cambio para mejorar la presencia, en el Palacio de Covián (así le dicen al vetusto edificio de las oficinas de la secretaría de gobernación –ministerio del interior en otros “Estados”), de José Francisco Blake Mora, porque el mal no está en las ramas secas del árbol, sino en sus raíces, y para acabar con la plaga de ratones se requiere de la flauta mágica del taciturno alto y desgarbado Hámelin.

 

Y quién puede encontrarlo aunque lo busque en las regiones etéreas o debajo de la tierra donde viven los hombres que, como dice Jaime Sabines, cuidan de nosotros, aunque los hechos prueban que no lo hacen muy bien. Este asunto de la violencia, la sangre, la muerte, los secuestros, los “levantones”, el asesinato de mujeres (que no sé por qué motivos los hombres de la lexicografía jurídica se niegan a llamarles por su nombre: feminicidios), el trasiego de drogas ilícitas y el trasiego de seres humanos (ver las Esclavas del Poder, de Lydia Cacho en: http://www.lecturalia.com/libro/46079/esclavas-del-poder) continuará acompañándonos dia–bólicamente, mientras no haya un cambio radical en las relaciones económicas, entendiendo a la economía como el cuidado de la casa, en los asuntos políticos, de modo de producción, de respeto a los derechos fundamentales de la persona humana (los derechos humanos), de un tratamiento eficiente y eficaz de los adictos a las drogas, incluyendo a los que no tienen control en su consumo de bebidas alcohólicas.

 

Estamos perdiendo miserablemente el tiempo, las millonadas de dinero que pagan los consumidores, en una guerra fallida cuando tenemos al alcance de la mano tácticas de combate más poderosas de las que no voy a escribir en este espacio porque ya todo el mundo las conoce. Ah, pero déjeme decirle: en medio del caos, la bancada del PAN en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal ha anunciado que presentará la iniciativa de ley de movilidad y transporte sustentable, en la que se plantea sancionar a los peatones que crucen las calles y avenidas donde no esté permitido. Hágame usted favor.

 

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