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17 de agosto de 2010
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El clima y sus veleidades

Rafael González Ramírez

 

El clima influye en la vida presente alrededor del mundo, y a más largo plazo, modela los relieves terrestres. El frío, el calor, la sequía y el viento, condicionan el ritmo vital de los seres humanos, es decir, su hábitat, la forma en que se visten, sus hábitos alimentarios, etcétera.

 

Las sociedades modernas parecen haber olvidado su importancia, y desarrollan tecnologías tendientes a depender cada vez menos de los cambios climáticos. Sin embargo, cada vez que se produce un comportamiento atmosférico atípico, como el más recientemente ocurrido en el noreste de México (el huracán Alex); nos llena de estupor y sorpresa, que nuestro entorno inmediato dependa aún, en gran medida, de los caprichos del cielo.

 

Los excesos del clima provocan ahora una mayor inquietud, ya que los científicos pueden alertar a la sociedad en su conjunto del riesgo que implica un cambio climático global, para prevenir al máximo posible sus consecuencias, mientras las actividades humanas modifican en forma criminal la composición de los gases atmosféricos, con el uso indiscriminado de la energía fósil que nos está llevando rápidamente a un calentamiento inusual de las aguas oceánicas superficiales y el consecuente deshielo de los casquetes polares; lo que seguramente nos llevará a padecer grandes inundaciones en algunas regiones del mundo, y en otras, la desertización, debida a las extensas sequías provocadas por los cambios bruscos de los componentes atmosféricos.

 

Fenómenos meteorológicos atípicos como el Niño, con sus grandes inundaciones y prolongadas sequías, o su contraparte la Niña, con severos y prolongados inviernos, podrían afectarnos de raíz y ni tres ni cuatro “rompepicos” nos salvarían.

 

El aire que respiramos está compuesto básicamente de oxígeno y nitrógeno (99 por ciento) y el resto por otros gases como el dióxido de carbono, el metano, y el óxido nitroso; conocidos también como gases con efecto invernadero; al margen de otros gases artificiales que también lo tienen y provienen del uso de aerosoles y algunos químicos utilizados en el campo (CFC y el HCFC).

 

Un hecho muy significativo es el incremento del porcentaje del dióxido de carbono, que de 1960 a la fecha, ha aumentado un 15 por ciento en la composición del aire, y de un 30 por ciento si el análisis se extiende a 1850.

 

Los gases de efecto invernadero captan la radiación infrarroja de la tierra y la convierten en calor sensible; por esta razón, la atmósfera planetaria disfruta de una temperatura media de 13° C, estimándose que de no ser por la presencia de esos gases en el aire, la temperatura promedio en el mundo, sería de -18° C; actúan como estabilizadores de la temperatura atmosférica, volviendo más placentera la vida en nuestro planeta.

 

Su incremento desmedido por el consumo de energía fósil, animal o vegetal, produce a través de los gases mencionados, la elevación gradual de la temperatura ambiental, y por ende el calentamiento global que desencadena fenómenos meteorológicos, cada vez más fuertes e impredecibles, como el Niño y su contraparte la Niña.

 

Nuevos hallazgos de la antropología aplicada a estos temas sugieren que la gran sequía que sufrieron los mayas y las grandes inundaciones que enfrentaron los sumerios y otros pueblos que desaparecieron sin dejar huella, y los prolongados inviernos en Euroasia desde el siglo XVI, fueron motivados por fenómenos climáticos impredecibles, compatibles con los hasta hoy conocidos como el Niño y la Niña, de los cuales no estamos exentos. Alex ya nos dio una probadita.

 

Actuemos con prudencia y sensibilidad social para prevenir las contingencias climáticas que seguramente se presentarán en el corto y mediano plazo.  Esto fue sólo una advertencia, no la menospreciemos.

 

rgonzalezr5@yahoo.com

 

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