Bienvenidos los paraísos artificiales
Jorge Villalobos

Ante la invitación tardía a debatir la legalización-despenalización de las drogas, la respuesta de la sociedad, aunque tibia, se hizo presente no sólo en los medios informativos, políticos y académicos-científicos, sino que ha llegado hasta los centros de reunión y las mesas de las familias, donde el tema provoca más preguntas que respuestas, y polariza frecuentemente el parecer de los ciudadanos. Todo, derivado de una falta de información, educación y comprensión de lo que es el fenómeno de las adicciones y las sustancias que lo provocan.

Por ello, habría que difundir, obras donde la experiencia e historia (por ejemplo, de un escritor inglés del siglo XVIII, o las disertaciones sobre el hachís -extracto de la mariguana- y el vino de un gran poeta francés del siglo XIX, o las indagaciones del genio y dramaturgo de la crueldad acerca de los cielos del peyote) pueden dar luz en uno de los aspectos más intrigantes que poseen estas drogas, que es la de proporcionar al mundo subjetivo de las personas una expansión del placer sensorial y la introspección más profunda.

El escudriñar territorios y Paraísos artificiales, nos lleva a otra visión más panorámica de lo que es la cultura humana, ya que no sólo es necesario el dato sociológico, clínico, estadístico y sanitario, sino hay que observar sus múltiples aristas abordando literaturas de creadores que en su paso por la Tierra usaron, ergo investigaron, sustancias dadoras de otra percepción que han acompañado a la especie humana desde sus orígenes. Por ello, personajes como Thomas D´Quincy, Charles Baudalaire, Anonin Artud y Charles Bukowsky, por mencionar algunos, pusieron su talento y adicción en aras de una pesquisa, para sumergirse en la búsqueda de la verdad, siempre necesaria, pero escurridiza.

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