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26 octubre 2010
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Familia y escuela en una sociedad en crisis
Héctor Franco Sáenz

Un llamado reiterado cuando se trata de avanzar en la solución de los problemas de la educación es la búsqueda del apoyo de los padres de familia, cifrando en su colaboración, el arribo a estándares más favorables, aspiración en nada deleznable.

Lo expuesto, en los tiempos actuales, se vuelve más recurrente, cuando ante el incremento de los índices de violencia, se señala que el problema en el fondo está en la ausencia de valores, comparando con los que se tenían y practicaban en tiempos pasados, así, y al no hallar en la escuela la respuesta a los males que se padecen, no se encuentra más que buscar en la familia la causa y la solución a los mismos.

Así, con verdadero entusiasmo (y con algo de ingenuidad o angustia) se organizan congresos de valores y se escucha decir en diversos lados que la familia es quien nos puede sacar de la crisis que se vive, atribuyendo entonces, sin que siempre se explicite, que la causa de muchos de los problemas que nos aquejan como el de la obesidad, se debe a los hábitos alimenticios que se adquieren en la casa, argumento que de cierta manera sirve para eludir, la reglamentación que al respecto se iba a hacer en la escuela, cosa que afortunadamente en Nuevo León, la Secretaría de Educación no ha desechado como lo da a conocer la prensa el día de ayer.

Tenemos entonces que si el problema es de adicciones, hábitos alimenticios, aprovechamiento escolar, pandillerismo, pérdida de valores, orientación vocacional o de cualquier cosa, la solución (y/o su causa) se buscaría en el entorno familiar, considerando de manera implícita la preocupación y disposición de los padres para colaborar en el mejor desempeño de sus hijos: “Citen a los padres de familia”, “hablen con ellos”, es la socorrida consigna de las autoridades, motivadores, locutores o todo tipo de consejeros.

Mas del tipo de familia, como la “Familia Pérez” o “Cuando los hijos se van”, películas de la “época de oro del cine mexicano”, al realmente existente, como el que nos presenta González Iñarritu en “Biutiful”, hay todo un mundo de diferencia, pasando por las diferentes transformaciones que la sociedad ha experimentado, en este caso el tránsito de una sociedad rural al de una sociedad global, que tiene en las migraciones, la ilegalidad y la pobreza, los rasgos de un mundo en el que la escuela desempeña un papel subordinado y adyacente.

El paso de una sociedad rural a una sociedad urbana, como se da en México a partir de los cuarenta, nos indica la propia transición del modelo de familia que pasó de ser el de una “familia amplia” al de una “familia nuclear”, modelo adecuado al desarrollo de una sociedad capitalista, transformación que en las estructuras familiares provocó la aparición de nuevas realidades, como la que nos retratan Oscar Lewis en “Los hijos de Sánchez” y Luis Buñuel en “Los olvidados”.

En el campo, y en los primeros tiempos del desarrollo de las ciudades, las relaciones propias de una “familia amplia” fueron vigentes, ya que en términos generales eran la que integraban los abuelos, sus hijos y sus nietos, estableciendo entre sí relaciones de cooperación para el trabajo que funcionaban como medio para formar las nuevas generaciones con las diferencias propias por la edad y el sexo, claras hasta entonces. Puede decirse que en ese entorno “todos eran parientes”, personas con los mismos apellidos eran propias de determinados municipios o lugares, como por ejemplo se da en Nuevo León, donde los “De la Fuente” son de Rayones, “los Cantú” de General Bravo, “los Casas” de Galeana y “los Garza” de Sabinas.

Cuando del campo emigran a la ciudad en busca de mejores condiciones de vida, las familias traen consigo todo su bagaje cultural; seguirán “viéndose” como de la familia, sobre todo hasta la primera generación urbana que por lo general nace en el campo pero se desenvuelve en la ciudad, así, el que llegó primero, luego trae a los demás y procurarán vivir por el mismo rumbo, trasladando a la ciudad prácticas, costumbres y relaciones sociales propias del medio rural.

Estas características de las migraciones en el caso de nuestra entidad, de manera similar se reproducen a nivel nacional e internacional, así como de estado a estado o de país a país. Son ejemplares los casos de los otomíes en Nuevo León, los veracruzanos en Reynosa, los poblanos en Nueva York, los oaxaqueños en Los Ángeles, los ecuatorianos en España, los peruanos en Italia, así como los hindúes y los chinos por todas partes del mundo; signos de la globalización de las últimas décadas.

Ese modelo de familia amplia, conforme se insertan sus miembros en la vida de la ciudad, el tipo de prácticas culturales y relaciones familiares se va debilitando, pasando a adoptar las características del modelo de “familia nuclear”, familia cada vez más sola que vive y enfrenta sus propios problemas, integrada por los padres y los hijos solteros.

Las nuevas pautas culturales van debilitando la intensidad de la vida familiar y la comunicación entre sus miembros, hechos propiciados por las cada vez más largas distancias entre el trabajo y la casa, que también se debilitan en virtud por la cada vez menor interacción que se da entre los familiares debido a la distancia entre los lugares donde viven, hecho que confirma lo que decía el “filósofo” de Dolores Hidalgo, quien desde hace décadas señaló que: “las distancias apartan las ciudades, las ciudades destruyen las costumbres”.

Con los cambios mencionados, en forma paralela van transformándose los tipos de familia que adquieren un perfil particular cuando la mujer se incorpora al trabajo fuera del hogar, aunado a la influencia que el desarrollo tecnológico tiene en la sociedad, trastocando el orden cultural ético y moral, donde ciudades como Monterrey, de ser “la capital industrial de México”, en poco tiempo se convierte en una “ciudad del vicio”, al lado de Las Vegas, al ser Nuevo León “estado líder en número de casinos”, como lo dice la prensa, fenómeno que se aprecia por todas partes del área metropolitana, hecho del que se está pagando las consecuencias.

Ante esta situación, aunado al incremento de los índices de divorcios, la sobreprotección, la falta de expectativas, el desempleo y el entorno de pobreza, la familia en términos generales ha perdido su capacidad como ente socializador y formador de las futuras generaciones con base en los principios del amor al estudio y al trabajo, como vías hacia el éxito. Esto no quiere decir que todas las familias se encuentren en esa situación, pero por todo lo que ha pasado se debe reconocer que hoy existen variados tipos de familia.

Hoy, en la escuela particularmente y en análisis social, al hablar de la “familia” se debe dejar de lado una visión idílica y reconocer que existen diversos tipos o situaciones diferentes como son: las que pudiéramos llamar convencionales, integradas por un hombre y una mujer con hijos propios, las mono-parentales como las de madres (o padres) solteras, las de padres divorciados; las de padres que están en el hogar, la mujer es la que trabaja y proporciona el sustento; las de padres (madres) de un mismo sexo, otras donde la jefatura es femenina o masculina, en fin toda una diversidad que obliga a un trato diferente por parte de la escuela, dado que la mayoría de las formas mencionadas no coincide con el modelo de familia heredado del Derecho Romano.

 

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