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27 Septiembre 2011
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Monterrey, vida, muerte y…
Ricardo García M.

Monterrey.- Tras dos abortos de fundación, uno con Alberto del Canto y otro con Luis Carvajal y de la Cueva, nace Monterrey con Diego de Montemayor, hace 415 años.

Acosada durante siglos y tras una relativa etapa de paz y trabajo durante el  siglo XX, es quebrantada en el Siglo XXI con violencia  salvaje, sequias, huracanes, un urbanismo troglodita y una arquitectura vedetista ausente del contexto vernáculo y tecnológico sin aportación al calentamiento global, con miles de muertes, despilfarro de energéticos, robos cada segundo, habitantes con pánico, diezmada. 

La pregunta es: ¿habrá restauración y resurrección  para la ciudad Metropolitana de Monterrey concebida hace 415 años?

El mismo Calderón lo confesó en la Organización de Naciones Unidas: la muerte y violencia de miles de mexicanos ya es peor que la de todos los regímenes dictatoriales mundiales juntos. Saturado en la política nos da como única solución terminar el sexenio con más guerra sangrienta.

Nuestra ciudad nace en un valle singular entre veneros de agua fresca y un río semiseco, rodeada de bellas montañas, ahora disipadas  como en pintura impresionista por la contaminación de autos sin control vehicular, industrias y talleres sin reglas y poquísimos parques urbanos.

Era un lienzo blanco donde quienes moraban no tenían pirámides ni rastros de cultura contundente. Nuestros ancestros en la semiaridez le dieron el carácter.

Después de 200 años se forma una comunidad de pastores, comerciantes y mineros que cuidando ovejas y buscando vetas conformaron un poblado  de 7 mil habitantes asentados hacia el sur de los Ojos de Agua de Santa Lucía, con unas cinco calles de Oriente a Poniente y unas diez de Norte a Sur.

Aguerridos los regiomontanos soportaron calamidades de inundaciones, asedio de nativos, de los propios colonizadores y hambrunas por falta de cultivos. Aún así a fines de ese segundo centenario, en el Siglo XVIII, el Obispo José Rafael Verger construye el actual edificio del Obispado y prosperan las estancias y ranchos de las orillas que formaron posteriormente los municipios de San Nicolás, Guadalupe, San Pedro, Santa Catarina y Cadereyta, con más de 500 mil cabezas de ganado extendidas al norte y oriente en tierras ricas en sales.

En 1781 se abre el tráfico marítimo de Soto la Marina, en 1820 el puerto de Matamoros se convierte en puerto de altura, y en 1824 el de Tampico. Monterrey se convierte en un cruce de caminos del comercio.

En el tercer centenario de la ciudad, con buen gobierno de don Bernardo Reyes, se abre a la industria de la cerveza y rumbo al cuarto centenario en el siglo XX, a la industria del acero, el vidrio y el cartón y a actividades bancarias y financieras. Pujante Monterrey llega a la adultez  de los 400 años, como reconocido centro de desarrollo de instituciones educativas (UANL, ITESM, UR, UDEM, CEU, etcétera), culturales y artísticas.

No podíamos pedir más, pero qué nos sucedió ¿Nos ensoberbecimos? ¿Claudicamos a nuestros hábitos de trabajo y ahorro por un esparcimiento virtual de casinos? Lo cierto es que entramos a un hedonismo que nos hizo participes con políticas improductivas, de derroche y no hicimos rentable el comercio regional para empresas y consumidores. Nosotros, estando cerca de Estados Unidos, no hemos redefinido la relación comercial con ellos e internamente. Monterrey entró al quinto centenario de su fundación como centro de Latinoamérica, ciudad del conocimiento, pujante ciudad educativa, pero la codicia de gobernantes, negligencia y la multiplicada corrupción de quienes la dirigieron la encaminaron a una muerte segura.

Monterrey debe renacer sólo mediante una dirigencia gubernamental de honradez acrisolada, con aplicación rigurosa de los reglamentos urbanísticos y de uso del suelo, con la creación de microzonas municipales, apoyándose en una Autoridad Metropolitana que sujete y doblegue lo blandengue y perverso de los últimos alcaldes y gobernadores que con empresarios escondidos en sus islas de confort han propiciado que Monterrey colabore con la estadística de un gobierno federal infernal que terminará su sexenio con cerca de un millón de mexicanos muertos, suicidios, viudas, desplazados y huérfanos que es el récord estadístico de la ineptocracia.

Monterrey todavía está en un cruce de caminos, los neoloneses obligadamente debemos resucitarla con los movimientos de la sociedad académica, los grupos de profesionistas y los activistas de los barrios de nuestra ciudad, como bien escribió el pensador y artista Enrique Canales: el que crea poder hablar por todos los regiomontanos, está “hociconeando”.

La solución la tiene cada estado de México. Los regios tenemos la nuestra para resurgir hacia el quinto centenario.

 

 

 


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