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944 7 Diciembre 2011

FRONTERA CRÓNICA
Falsos lectores

J. R. M. Ávila

M
onterrey.-
La abuela Agustina jamás supo leer. No lo necesitó ni para atender el estanquillo que les pertenecía a ella y al abuelo Miguel. Sabía cobrar y dar cambios perfectamente, sabía distinguir una revista de otra por el nombre que se repetía cada semana con el mismo tipo de letra y el mismo color. Era analfabeta, no tonta.

En esa época, don Lalo voceaba los helados y los niños salían a comprarle. Lo acompañaba un muchacho encargado de conducir el carretón y despachar, mientras el anciano cobraba y daba cambio. Lo sorprendente era que éste lo hiciera a pesar de su ceguera. La verdad es que me parecía mágico que, sin equivocarse, supiera "leer” las monedas que recibía y entregaba.

Ni la abuela tuvo oportunidad de ir a la escuela ni don Lalo aprendió a leer en sistema Braille. Aún así, sobrevivieron en una época en que ya se privilegiaba el aprendizaje de la lectura y la escritura. Ahora que han pasado cincuenta años desde entonces y si la abuela y don Lalo vivieran aún, batallarían para sobrevivir sin la lectura.

Los tiempos han cambiado. Ahora no sólo se considera analfabeta a la persona que no lee, sino a la que no ha aprendido a manejar una computadora, ya sea para navegar por Internet, comunicarse mediante correo electrónico, o aprender en general.

Mucho se vaticinó que los libros desaparecerían pero siguen vigentes. A libros, periódicos y revistas se han agregado libros electrónicos que pueden leerse en computadora, i-pad, teléfono móvil y otros aparatos. Y, por si fuera poco, también existen los audiolibros, de manera que no lee sólo quien no desea hacerlo.

Hoy es tan prestigioso leer, que algunos falsos lectores enseñan la oreja en el afán de acarrear electores a su molino, como lo ha hecho por estos días un político de cuyo nombre prefiero no acordarme.

Hoy, a quien tiene ojos, dedos u oídos, se le exige que lea. Hoy, ni a la abuela Agustina ni a don Lalo se les perdonaría que no leyeran, mucho menos a un individuo que pretende ser presidente de este país y, lo más triste de todo, parece bastante probable que lo logre.

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