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948 13 Diciembre 2011

ANÁLISIS A FONDO
Pinche suerte, la del candidato
Francisco Gómez Maza

“Pifias y tropezones”, motivos de crítica
El papel del contrario es desacreditar

C
iudad de México.-
Por supuesto que los opositores del joven Enrique Peña Nieto aprovechan y seguirán aprovechando sus “pifias y tropezones” para desacreditarlo como candidato presidencial. Y qué quería el hombre. Ellos quieren ganarle.

Josefina Vázquez Mota, o quien al fin sea, quiere ser presidenta y hará hasta lo imposible, pasando sobre Peña Nieto y López Obrador.

(Vázquez Mota y Ernesto Cordero, aspirantes por el PAN, acaban de darse hasta con la cubeta. Y eso que son correligionarios.) Y Cordero acaba de advertirle a Josefina que “no habrá tregua navideña”.

No puede Peña Nieto quejarse de ese “aprovechamiento” de sus opositores. Para eso son opositores.

Quienes comparten en las llamadas redes sociales hacen uso de la libertad para cuestionar y criticar. Nunca había sido más sano el debate. Las redes se han convertido en un termómetro de las preferencias electorales.

Los periodistas analizan, y critican. Es el rol del periodista.

El de los opositores es aprovechar los errores de su oponente para “llevar agua a su molino”. Eso no está en duda.

Aquí. En este espacio, no se descalifica a nadie. Se le analiza. Se le critica. No se tienen preferencias. Ni PAN, ni PRI, ni PRD. Ni Josefina Vázquez Mota, ni Enrique Peña Nieto, ni Andrés Manuel López Obrador.

Todo aspirante a un puesto de elección popular se expone. Debería saberlo. Por lo visto, Peña Nieto no lo sabe, o no quiere saberlo.

El papel de los periodistas es analizar, cuestionar por parejo.

En una verdadera democracia, que la democracia mexicana es sólo un remedo de democracia real, la “guerra”, la “disputa” es impía. Los luchadores pegan a sus adversarios y reciben golpes de éstos.

La desventaja de Peña Nieto reside en que abrió primero. Se puso de pechito, como se dice en lenguaje popular. Se adelantó a sus oponentes en eso de pifias y tropezones.

Primero con el ya tan manoseado affaire de los libros que más lo han marcado. Sus lapsus en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en donde un periodista lo cogió sin el guión en la mano y, sin guión, el mexiquense no supo responder qué tres obras o tres autores le habían influido más.

Ahí, en Guadalajara, Peña Nieto mostró que no sabe, no puede actuar en condiciones fuera de guión.

Luego, en una entrevista que el diario matritense El País, consultado por el reportero sobre algunos precios de productos básicos, Peña Nieto no supo responder, porque no acostumbra ir de compras a los mercados. Y, el colmo, le dijo al colega reportero peninsular que el salario mínimo en México era de 900 pesos, cuando ronda los mil 740 en promedio en todo el país.

Y un candidato a la presidencia tiene la obligación de saber de memoria los libros y los autores que más han influido en su vida; de perdida los títulos y los nombres de los escritores. Y tratándose de los precios y salarios, es inconcebible que no conozca ni unos ni otros.

Un tercer lapsus de Peña Nieto fue cambiarle de nombre a uno de sus aliados. Alianza Nacional por Nueva Alianza.

Críticas similares habrían lanzado los periodistas si Vázquez Mota o López Obrador hubieran desbarrado en torno a los tres libros que marcaron su vida, o sobre los precios de los productos básicos, o el monto del salario mínimo.

Así que Peña Nieto quiere sólo curarse en salud. Pero no tiene la culpa él. La tienen sus asesores. Él no es una persona que sepa improvisar. Ya se vio. Siempre habla con el telepronter o las cuartillas impresas delante de sus ojos. Lee los discursos que le preparan sus redactores de discursos. Muy acartonados, muy al viejo estilo priista, muy demagógicos, por cierto.

Recordarán los lectores la pieza oratoria que pronunció el día en que fue registrado como precandidato, en el auditorio Plutarco Elías Calles, en la sede del Comité Ejecutivo Nacional de su partido. Un discurso que habría pronunciado Ernesto Zedillo, Carlos Salinas de Gortari, Miguel de la Madrid, José López Portillo, Luis Echeverría, maestros del oportunismo y de la demagogia “revolucionaria”.

Los que exigen respeto son los ciudadanos, cada uno de ellos. No la población, que no existe. Y él debe ser el primero en respetarlos, asesorándose muy bien, exigiendo respeto para él a sus asesores. Estos deben prever las contingencias de cada presentación pública del candidato; las preguntas periodísticas incómodas; las zancadillas que los reporteros ponen a los entrevistados. Para Guadalajara se les olvidó que algún malvado reportero podría tenderle una trampa, como ocurrió. Pero esas trampas son las que cualquier candidato debe sortear con habilidad y destreza. No son de mala leche. Son para obtener la nota de primera plana. Se vale.

Los partidos opositores al PRI seguro que seguirán desacreditándolo. Otro tanto hará Peña Nieto frente al PAN y al PRD. Júrelo.

analisisafondo@cablevision.net.mx

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La Quincena Nº92

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