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DEL VOTO ÚTIL
AL VOTO NULO*

Francisco Valdés Ugalde**

pltkEl voto útil consiguió su objetivo en las elecciones de 2000: la alternancia en la Presidencia de la República. Muchos pusimos empeño en ello y mucho costó ese afán. Por una parte, atrajo el rechazo de quienes desde las filas del centro-izquierda consideraron una “traición” apoyar al candidato del PAN. Por otra, el buen candidato resultó mal presidente en muchos renglones, entre ellos no hacer honor a sus compromisos y dar la espalda a quienes con su voto independiente y consciente lo llevaron al poder. Esta última fue una de las consecuencias de la negativa del PRD a participar en una alianza por el cambio de régimen que exigía lógica y políticamente la transición mexicana.
No hay nada de qué arrepentirse. El PRI salió de Los Pinos y aún no ha vuelto; tampoco ha promovido su renovación profunda para ponerse a la altura de los tiempos, como se hubiera deseado. La soberbia, el resentimiento y un ánimo revanchista siguen supurando de la mayor parte de sus estructuras; de las más arcaicas, por supuesto. Otro tanto le pasó a la izquierda: su negativa a aceptar ser parte del “gobierno del cambio” la ha sumido en la degradación.
Pero después del acierto vino la falla: no se construyeron organizaciones sociales y políticas para dar sustento a un programa mínimo que acercara al país a la democracia constitucional mediante reformas al régimen y al Estado, incluida la Constitución misma.
El poder no da más que lo que se le obliga a conceder, incluso en la democracia. Los equilibrios políticos y sociales pueden ser muy diferentes y dependen de muchas cosas, entre otras del grado de educación, ilustración (que no es lo mismo) y organización de la ciudadanía.
La convocatoria del voto nulo llama a la movilización, no a la organización para el cambio institucional. En cambio, por ejemplo, la convocatoria del Sistema de Observación para la Seguridad (S.O.S.), encabezada por Alejandro Martí y llamada “Mi voto por tu compromiso”, ofrece alternativas de organización por la reconstrucción de la seguridad pública. Es notable que esa constelación de organizaciones apunte hacia lo más elemental de la legitimidad del Estado: la seguridad de los ciudadanos. Ello le augura una vinculación duradera con la solución de un problema concreto e ingente.
Son genuinas las preocupaciones de quienes llaman a la anulación del voto. Pero aunque por su número se convirtiese en un severo llamado de atención a los partidos, sus candidatos serán electos y tomarán las decisiones legislativas que eventualmente conduzcan a nuevas reformas políticas. Lo más probable es que lo hagan en una combinación mayoritaria PRI-PAN en la cámara (y su inversa en el Senado, PAN-PRI), y que se produzca un desplome del PRD que podría pasar de 123 a unos 85 diputados.
El problema que muchos reconocemos consiste en que las diferencias ideológicas entre los partidos no atraviesan por la transformación de las reglas que conforman el régimen político, o lo hacen de dientes para afuera. Falta un nuevo interlocutor que fuerce a romper ese círculo vicioso. Tendrá que venir de fuera y surgir de las organizaciones de ciudadanos que se articulen con partidos que representen sus intereses. Ahora no lo hacen satisfactoriamente porque no han cambiado el balance de poder con efectos sensibles para la sociedad.
El voto nulo podrá tener un efecto de salud pública si consigue llevar y, luego, mantener en la escena política la inconformidad que expresa. Pero eso implica una exigencia de cambio político para el que no se presenta una plataforma (a diferencia de S.O.S.). Hay distintas voces unificadas en la propuesta, pero sus apreciaciones de los cambios que se requieren distan de tener la homogeneidad y consistencia de una propuesta de futuro.
Es, pues, un movimiento que pide a partidos y gobernantes que se vuelvan representativos pero reconoce que, al final de cuentas, una vez electos tienen la autoridad de la representación. Aunque es improbable que el voto nulo se alce con grandes números, es deseable que se traduzca en mayor organicidad de la sociedad frente al poder. Para eso tendrá que promover la organización.
En caso contrario, el resultado será el reforzamiento de un sistema diseñado para ser hegemónico y una pérdida del pluralismo cuya perduración es imprescindible para la transformación de aquél.

* El Universal, 21 de junio de 2009
** Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM
ugalde@unam.mx

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